Reúsame y relléname: alternativas para reducir el abuso de plásticos desechables

Desarrollo

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Sumando Voces

Texto y fotos por Sergio Mendoza
Videos por Yenny Escalante

Foto portada. Una mujer observa envases de plástico en un supermercado. Autor: Sergio Mendoza

El basurero de la cocina dejó de llenarse de bolsas plásticas embarradas con vísceras de pollo y migas de pan. La bolsa donde guardábamos más bolsas se va quedando vacía. Los tuppers o envases de plástico reutilizable cumplen un rol más activo. Antes casi ni iban al mercado. No hacía falta, pues ya todo viene envuelto en plástico.

“El cambio viene de uno, de los hábitos”, me dice Paola Morales, fundadora y propietaria de Eco Zero Waste, una tienda en línea que ofrece productos reutilizables como alternativas a los plásticos desechables o de un solo uso, también podemos llamarlos SUP, por sus siglas en inglés: Single Use Plastics. Éstos se han convertido en un problema ambiental y una amenaza para la salud pública debido al incremento en su uso (que en promedio dura 20 minutos) para ser inmediatamente desechados y permanecer en el medioambiente hasta por más de un milenio.

Las alternativas zero waste o “cero desperdicio”, consisten en el uso de recipientes y objetos reutilizables, en compras a granel para rellenar envases (refill), todo con el propósito de evitar la generación de desperdicios. Esta tendencia gana terreno a nivel mundial, y también en Bolivia. Su eficacia ha sido comprobada, pues se estima que reducen por encima de un 60% la dependencia de los SUP.

“Los sistemas de reutilización eficientes y escalables pueden eliminar hasta el 75% de la producción de envases plásticos, que genera cuatro veces más emisiones de gases de efecto invernadero que la industria aérea”, señala un reporte de la ONG Upstream, publicado en 2021.

Un estudio del 2023 realizado por Zero Waste Europe, indicó que ni siquiera el reciclaje puede mitigar la incontrolable producción de plásticos desechables en las últimas décadas, que incluso puede llegar a triplicarse para el 2050. “Las soluciones deben centrarse en la raíz del problema: la producción”.

Sobre ese objetivo trabaja Paola, quien tiene una pequeña oficina con el logo de su empresa sobre un estante con algunos de sus productos. Las botellas y vasos plegables de silicona de grado alimenticio, bombillas metálicas, esponjas vegetales, desmaquillantes reusables de franela absorbente, cepillos de dientes de bambú, bolsas de tela reusables, y tuppers plegables, entre otros.

Además de utilizar su propia mercancía, Paola guarda bajo una mesa en su cocina cuatro cajas de madera con residuos para reciclar. Años atrás llenaba las cajas cada tres meses, pero en 2025 -debido a que se puso más estricta en su generación de residuos- demoró casi un año en llenarlas.

Ahogados en plásticos

En plena pandemia del coronavirus, recién salida de la UMSA donde estudió Ingeniería Ambiental, Estefany Sánchez andaba buscando trabajo, pero no encontraba. Al cabo de ocho meses su interés fue volcándose hacia los negocios sostenibles y fue así que inició las pruebas de lo que después sería Muyu Market, una empresa que vende shampoos, acondicionadores, jabones líquidos y lavavajillas en refill. Es decir que sus clientes rellenan envases con estos productos almacenados en dispensadores con grifos.

Hoy Muyu Market cuenta con cinco estaciones de refill en Calacoto, San Pedro, Sopocachi, Miraflores y el Cruce de Villa Copacabana.

“Desde que empecé con esto en mi casa todo tiene su envase reusable. Realmente es mucho menos basura la que tú generas. Vi por allí que en La Paz generamos tanto plástico como para llenar 4.000 camiones diarios. Es realmente una gran cantidad”, dice Estefany.

Una estación de refill de Muyu Market en Calacoto.

En 2024, la Alcaldía de La Paz estimaba que cada día se desechaban entre 30 y 50 toneladas de plástico en el municipio. En 2020 se calculó que un 9% de los residuos enviados al relleno de Alpacoma eran plásticos. Para este reportaje se solicitó información más actual al gobierno municipal, pero hasta el cierre de edición no hubo una respuesta.

De acuerdo a un diagnóstico que el World Wildlife Fund (WWF) publicó en 2021, se estima que entre el 10% y 12% de las 5.600 toneladas de desechos sólidos que el país genera al día son plásticos. Pero dichas estimaciones se realizaron con datos entre 2014 y 2017, por lo que la cifra seguramente es mucho más alta hoy en día. Para 2014, cada boliviano utilizaba 370 bolsas plásticas al año, más de una al día.

A nivel mundial se producen más de 380 millones de toneladas anuales de plásticos, al menos un 40% de éstos son SUP. 

Se podría enlistar cada uno de los lugares donde estos plásticos terminan; pero quizás baste con decir que están en todas partes, incluso en nuestros cuerpos. Se encontraron microplásticos en la placenta, la leche materna y en cerebros humanos, recuerda Paul d’Abzac, experto en química ambiental y microplásticos en la UCB Cochabamba.

El daño de estos productos en el medioambiente y seres vivos ha sido comprobado. Los animales se intoxican y mueren consumiéndolos por accidente (se estima que para el 2050 el 99% de las aves marinas habrán consumido algún tipo de plástico). Los químicos que contienen estos SUP se esparcen en la tierra, agua y aire, desde el punto más profundo del mundo (se encontraron plásticos en la Fosa de las Marianas) hasta las nubes que flotan en el cielo.

Desechos plásticos acumulados en la zona Alto Irpavi, La Paz.

Aunque no se encontraron estudios conclusivos sobre el impacto de los plásticos en la salud de los seres humanos, al encontrarse éstos en “todas partes”, incluso en nuestra sangre, y contener químicos tóxicos, constituyen un claro “factor de riesgo” que puede ocasionar desde problemas degenerativos hasta cáncer, afirma d’Abzac.

En todas las etapas de su ciclo de vida -desde su extracción (se elaboran a partir de combustibles fósiles) hasta su disposición final- los microplásticos pueden ser absorbidos por el cuerpo humano a través de la inhalación, ingestión y contacto con la piel. Una vez dentro los riesgos son incontables: cáncer, toxicidad neurológica, reproductiva, afectación al sistema renal, cardiovascular, gastrointestinal, neurológico, respiratorio, inflamación, estrés oxidativo, apoptosis, necrosis, genotoxicidad, artritis reumatoide, etcétera, afirma un informe del Center for International Environmental Law.

“El plástico es una amenaza mundial para la salud humana. Para reducir esa amenaza se requiere frenar y revertir la tendencia en aumento de fabricar, utilizar y desechar este material en todo el mundo”, apunta el documento.

En esta cruzada, las alternativas reusables parecen ser la mejor opción, ya que pueden eliminar más de un 60% de los plásticos de un solo uso. 

“Tiendas sin envases son medidas innovadoras para reducir el consumo de plásticos de un solo uso (SUP). Estos establecimientos eliminan o reducen significativamente los envases al ofrecer a los consumidores la opción de comprar productos a granel o mediante envases alternativos”, resalta un artículo científico publicado en 2023.

Paola Morales, fundadora y propietaria de Eco Zero Waste.

Sin siquiera pensarlo

Cuando era niño, mi mamá me enviaba a recoger el almuerzo con una típica bolsa de mercado (esas de nylon reutilizable y colores chillones), una olla de aluminio para las sopas y otras para los segundos. Un día lo recordé, cuando al recoger un almuerzo de un restaurante que frecuento me entregaron siete bolsas: una para la sopa, otra para el segundo, otra para la entrada, otra para el postre, una más para el pan, otra para la llajua, y una última para llevarlo todo. ¿Se imaginan con tres o cuatro almuerzos?

Los plásticos de un solo uso se han vuelto parte de nuestro día a día. Los utilizamos sin darnos cuenta o, a veces sin siquiera necesitarlos. Un estudio de percepción realizado en 2021, mencionado por WWF, evidencia lo profundo que puede instalarse una acción inconsciente en el comportamiento social. Cuando se le preguntó a la gente por qué utilizan plásticos de un solo uso, la primera respuesta fue que se los entregan en los comercios. La segunda: no saben por qué. La tercera, porque son prácticos y útiles. Esta última tiene más de sentido. “Además de su practicidad no existe un justificativo adecuado para el uso de estos productos”, se lee en el documento.

Quizás no sea tan difícil reducir los plásticos desechables considerando que la población se muestra favorable a ello, al menos en el discurso. El mencionado estudio enfatiza que “la percepción generalizada de los encuestados es que las bolsas plásticas deberían desaparecer y ser sustituidas por bolsas de tela, papel o cartón”.

Ante la peligrosidad de los SUP para el medioambiente y nosotros mismos, distintos países alrededor del mundo optaron por medidas legislativas para prohibirlos con interesantes resultados.

En Bolivia, después de seis años de gestión y burocracia, el Senado aprobó a fines de octubre una ley para reducir el uso de bolsas plásticas por opciones biodegradables o reutilizables. Este año también se aprobó una norma similar en el departamento de La Paz. A nivel municipal, en La Paz, no hay registros sobre una ley aprobada con el mismo fin.

No obstante, hay dudas sobre la efectividad de estas normas a largo plazo; eso aún está por verse. Cualquier ley debe estar acompañada de una estrategia de educación y concientización continua, no esporádica, que se instale en la mentalidad colectiva, especialmente de las nuevas generaciones. “El problema es que en Bolivia no somos constantes y una propuesta educativa requiere al menos cinco años”, apunta la especialista en residuos sólidos de Swiss Contact, Viviana Parada.

Educación constante, alternativas, acompañamiento de industrias y empresas, y aplicación de normas consensuadas y efectivas, son cuatro elementos para avanzar en la reducción de los plásticos desechables, sostiene Parada. “El consumidor es clave. Si hay más demanda, entonces habrá más oferta”.

A nivel mundial desde las industrias se impulsa el reciclaje, pero expertos advierten que éste debe ser la última fase en el tratamiento de los residuos. Primero se debe optar por reducir el uso de SUP y otros residuos evitables. Segundo se debe optar por reutilizar. Esto se conoce como “las tres R” (reducir, reutilizar, reciclar). Sólo aquello que no pueda ser evitado o reutilizado por cuestiones de salud, debería pasar a una fase de reciclaje.

Usar productos reutilizables disminuye la generación de residuos, pero también otros impactos negativos en la naturaleza, aun considerando que éstos necesitan ser lavados. Un reporte de la organización sin fines de lucro Upstream afirma que los productos reusables tienen menor impacto ambiental que los SUP en cada aspecto: emisiones, consumo de agua, extracción de recursos, generación de residuos, contaminación por plásticos.

“El consumo de agua para lavar los reutilizables es mínimo cuando se utilizan lavavajillas comerciales altamente eficientes. Los desechables tienen una huella de consumo de agua mucho mayor debido a todos los impactos de producción anteriores”, indica el documento.

¿Más caro o más barato?

Una creencia popular es que las alternativas zero waste salen más caras que recurrir a productos desechables, pero esto no es del todo cierto. Las personas que escogen reutilizables encuentran, a la larga, una opción de ahorro, ya sea como vendedor o usuario.

Un estudio de Zero Waste Europe indica que si un negocio de comida, por ejemplo, aplica contenedores, bolsas y botellas reusables, la rentabilidad y los beneficios de costos pueden alcanzarse en dos a seis años.

Recientemente, en La Paz, los vendedores de pan comenzaron a pedir a sus clientes que lleven sus propias bolsas o pagar Bs 0,50 extra, por lo que antes era “regalado”. De hecho, una investigación de 2018 que hizo la organización CDS Molle señaló que cada año se gasta Bs 60 millones en bolsas plásticas para la venta de pan en Bolivia; pero proveer a las familias con bolsas de tela costaría sólo Bs 26 millones.

Paola Morales descubrió en la piedra de alumbre un buen desodorante, mucho más económico que las opciones en barra o spray que vienen en envases plásticos o de aluminio, y cuyos precios se han triplicado por la creciente inflación que vive el país. Uno de estos desodorantes convencionales puede costar Bs 100. “Una barra de piedra de alumbre me cuesta Bs 25 y me dura entre seis a ocho meses”, dice Paola.

Zoraida Tapia, una emprendedora que fabrica cuadernos de papel reciclado en su negocio llamado Bohemia Papel ahorra unos Bs 3 bolivianos por litro de leche que compra en botellas PET reutilizadas (en una transacción tipo botella retornable) de una tienda de Alto Irpavi, en la zona sur de La Paz. Claro, ella tiene la ventaja de contar con una casera cuya familia tiene una vaca; pero es tan solo un ejemplo.

Zoraida Tapia, fundadora de Bohemia Papel, junto a productos reusables.

Otro es el uso de toallas higiénicas de tela reutilizable o la copa menstrual, los rastrillos para afeitar reusables de metal (en vez de los plásticos), la compra de gaseosas en botellas retornables, el uso de esponjas reusables (de silicona grado alimenticio que vende Eco Zero Waste), y otros que pueden pasar desapercibidos.

Se me ocurrió, recientemente, que en vez de comprar toallitas húmedas de bebé para limpiar las patas a mi mascota cada vez que regresamos a casa de un paseo puedo utilizar un trapo y lavarlo. No sólo dejo de tirar una toallita diaria y su empaque de plástico cada dos o tres meses, sino que me ahorro los Bs 30 o más por paquete.

— Hay alternativas para ir reduciendo —me dice Zoraida, sentados en la banca de un parque de Alto Irpavi, al borde un barranco— El cambio empieza por uno mismo, pero en las instituciones, en las privadas y también en las públicas, se pueden promover acciones más sostenibles, porque los empleados, por sus horarios, casi siempre recurren a empaques desechables.

— Me acuerdo que hace más de 10 años, cerca de la Alcaldía había una señora que vendía jugos de manzana con quinua, avena con leche y willkaparu. Tomabas el jugo en vasos de cristal o tazas de metal, tu empanada te tenías que alzar con tu mano de una bolsa. Ahora esa señora sigue ahí, pero con toda su familia, y te venden todo embolsado, sea que tomes ahí o te lo quieras llevar a otro lado. El jugo te da en una bolsa con bombilla, la empanada en otra, y todo lo pone dentro de otra bolsa— le cuento.

Zoraida me lleva a comprar huevos a una casa con alrededor de 30 gallinas. Los recibe en una bolsa de tela llena de cascarilla de arroz, una técnica que aprendió en Los Yungas para transportar huevos sin que se golpeen.

Como señala el reporte de Upstream, la reutilización incluso favorece economías locales, generando resiliencia contra el cambio climático, evitando emisiones por transporte, y residuos de empaques. “Las economías de reutilización localizadas crean resiliencia climática al desvincularnos de una cadena de suministro global volátil”.

La reducción del uso y elaboración de estos productos debe ser gradual para no golpear la economía y los empleos que generan el negocio de los SUP, advierte la WWF. El enfoque debería ser una transición de productores y comercializadores hacia “productos sostenibles, no contaminantes o reutilizables”. Para este reportaje se intentó conversar con representantes de la industria de plásticos, pero no se tuvo resultados.

Aunque la tendencia zero waste avanza en Bolivia, los negocios y personas que la adoptan aún son muy pocas, contadas, podría decirse. Éstas enfrentan enormes dificultades en un mercado en el que se prioriza lo desechable y el consumo, mientras que la durabilidad y la reutilización parecen pasadas de moda o de otro planeta. “Se trata de un fenómeno más personal que social”, afirma d’Abzac.

A la gente con la que conversé le encantaría que esta tendencia se extienda, aunque parecen más enfocados en aquello que pueden controlar, sus propios hábitos, con la confianza de que éstos inspiren a más personas y cambien modelos.

“Nuestro lema es: ‘cambia tus hábitos, cambia el mundo’”, dice Paola.


Esta investigación fue realizada con el apoyo del Fondo Concursable de la Fundación para el Periodismo (FPP) en el marco del proyecto Periodismo de Soluciones.

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