Se ha llevado adelante la segunda vuelta de las elecciones generales para presidente y vicepresidente de Bolivia, con los resultados que son de público conocimiento, mismos que han producido algarabía en unos, tristeza y bronca en otros e indiferencia en los restantes, como sucede siempre.
No se está dando la suficiente importancia a algo novedoso y es que, por primera vez en 20 años, un candidato del MAS no ocupó los primeros lugares, lo que tiene muchas explicaciones, entre ellas el fracaso de su modelo económico, la corrupción, la manipulación de la justicia, la persecución despiadada de adversarios y su división, negada hasta el paroxismo por varias personas que, en su afán de imponer su “verdad” no pararon mientes en injuriar a quienes veían la realidad de otra manera.
Hoy, todavía hay personas que sostienen que quien ganó el domingo pasado fue el MAS, repitiendo la mentira que salió desde las filas de Tuto. Quienes todavía creen eso, son fanáticos o ingenuos y deberían saber que Paz ha sido felicitado por muchos líderes como Milei, Bukele, Abascal, entre otros, y que sostuvo una interesante conversación con María Corina Machado, amén de la felicitación que le hizo llegar Marco Rubio, el Secretario de Estado norteamericano.
No hubo pacto alguno ni apoyo orgánico entre Paz y el MAS, sino que las bases masistas, decepcionadas por el engaño de que fueron víctimas, votaron por quien sintieron más cercano a sus aspiraciones. Salvando distancias, algo parecido sucedió en la década de los 80 del siglo pasado, cuando las bases de la UDP votaron por ADN y MNR en las elecciones de 1985, por la brutal crisis económica que vivió el país en ese entonces, sin que se hubiera producido acuerdo alguno entre el frente perdidoso y los partidos ganadores.
Como no podía ser de otra manera, no han faltado quienes han hablado de fraude y esas voces fueron in crescendo, aunque ahora parecen declinar. Es otra herencia del MAS: la desconfianza de la población en las instituciones y las personas a cargo de ellas. El TSE ha cumplido una gran tarea y su presidente Óscar Hassenteufel, ha sido prenda de garantía al estilo de aquella gran Corte Nacional Electoral del siglo pasado, conformada por Huáscar Cajías, Alcira Espinoza, Jorge Lazarte, Alfredo Bocángel e Iván Guzmán de Rojas. Algún figurón que forma parte del TSE no es suficiente para manchar su desempeño.
A mayor abundamiento, las misiones de la OEA y la UE manifestaron su satisfacción por la manera en que se llevó a cabo el acto eleccionario, a diferencia de lo sucedido en 2019, en que comprobaron el monumental fraude cometido por el MAS para eternizar a sus “líderes” en la presidencia y vicepresidencia.
Es notable cómo en momentos como el de ayer, todos los candidatos, incluidos los peores satanases, se convierten en creyentes y atribuyen a Dios sus éxitos probables y no tanto. “No pierdan la fe, hoy se hará la voluntad de Dios”, decía el ex capitán Lara la mañana del domingo. Es un uso abusivo que tiene su explicación en el hecho de que el pueblo boliviano es creyente en su inmensa mayoría, y a los candidatos les sirve mostrarse como devotos y píos, aunque en los hechos no tengan ni la mínima idea de lo que hablan, no se preocupen por seguir los pasos de Jesús y sean fascinerosos.
Algo muy preocupante: la manera como el odio hacia el otro y el racismo han reverdecido después de conocidos los resultados. Varias cuentas en redes sociales han publicado expresiones como estas:
“Mi desprecio será eterno a La Paz y El Alto y por todos los ignorantes que votan mierda, son el bastión de todo lo que está mal. Malditos sean”. (Gral. Derechoso).
“Somos dos países condenados a convivir. A estas alturas creo que el federalismo es la única solución y me importa una mierda si piensan que soy regionalista, estoy cansada de que usen muletilla para victimizarse y votar como el culo siempre. ¡Qué difícil es ser cruceño en Bolivia!” (Mujer cruceña).
“Viven en la mugre. Sin educación, sin salud, sin condiciones de vida digna. Como animalitos silvestres. CAGADOS. Pero antes de dejar de estarlo prefieren que los demás lo estén también. Así votan (Viejito Piola, que postea un mapa a colores que muestra los lugares donde ganó uno y otro candidato).
Racismo destilado, aunque a algunos les parecerá simple victimización.
Menos agresivos, pero también víctimas de la ira y la ceguera, otros ciudadanos han posteado un mapa de Bolivia en el cual los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí aparecen pintados de azul, en tanto los otros seis están de verde y en ellos se lee: “Basta de postergación, engaños, abusos y mentiras … Intégrense al desarrollo, a la esperanza y al futuro prometedor. Dejen de votar por masistas y laristas!!!
Otro escribió: “Rodrigo ganó. Bolivia quiere ser primitiva”. Otros postearon dos fotografías: una, presumiblemente de El Alto, con casas modestas, en pleno altiplano; otra, Santa Cruz, con rascacielos a todo dar. Junto a la foto de el Alto, una leyenda dice: “la región de Bolivia que siempre vota por la izquierda”, en tanto al lado de la otra se lee: “La región de Bolivia que siempre vota por la derecha.
Cuando el gobernador de Santa Cruz felicitó a Paz por su victoria, varios de sus coterráneos lo acusaron de traidor y lo injuriaron a más no poder.
Estos compatriotas deberían leer los artículos y posteos que han hecho en estos días Gisela Derpic, Carlos Hugo Molina y Williams Herrera Añez, y escuchar la opinión de Gonzalo Rojas Ortuste en Radio Panamericana, para serenar sus ánimos y entender que, en democracia, se gana y se pierde y que el perder no da derecho a agredir y vilipendiar sin más a sus adversarios. Deberían tener presente que Bolivia es diversa y que nada se gana con imposiciones. Y recordar que, del odio y el racismo al fascismo no hay más que un pequeño paso.
En todo caso, ahora se trata de consolidar la democracia recuperada y ello requiere consensos y no peleas, inclusión y no exclusión.
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Carlos Derpic es abogado
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