Evelyn Callapino
Cada 1 de abril se celebra el aniversario de Potosí. Esta efeméride hace referencia al inicio de la explotación minera del Cerro Rico, en 1545. Esta fecha es una ocasión para que las autoridades promuevan celebraciones, serenatas, desfiles y reuniones conmemorativas. En este último Primero de abril las autoridades ediles organizaron unas celebraciones con “pompa y sonaja” como dice la jerga popular.
Estas festividades son también ocasión para la repetición de letanías que se han incorporado en el discurso identitario de la ciudad: “Potosí, envidia de los reyes” o, al son de Savia Andina, “Potosino soy, de la rica tierra, donde el indio toca su quena”. Todo este discurso se estrella con las duras realidades de la ciudad y la región. Muchas flores blancas y rojas se depositaron en el Cerro Rico como ofrenda a sus riquezas. Sin embargo, estas prácticas conmemorativas olvidan las penurias que los mineros han experimentado en la explotación del Cerro desde los tiempos coloniales. Es inevitable pensar en las grietas sociales de nuestra ciudad que se reflejan en las grietas del propio Cerro.
Estas grietas nos interpelan y nos llevan a la inevitable pregunta de si somos una tierra rica. También nos preguntan por qué continuamos anclados en un discurso de prosperidad en un contexto de tanta desigualdad. Como es conocido, el discurso corográfico de la riqueza del Cerro se construyó desde el siglo XVI. La corografía es un género literario que consiste en la descripción e historia de una ciudad y que se hizo popular en la Castilla del siglo XVI. Estas descripciones se convirtieron en discursos de exaltación de las virtudes de una urbe, siendo Potosí uno de los ejemplos tempranos como lo ha mostrado el historiador, Richard L. Kagan.
En el siglo XVIII, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela (1676-1736), y en el siglo XIX, Julio Lucas Jaimes (1840-1914) y Modesto Omiste (1840-1898) prosiguieron con esa veta corográfica. Esa herencia discursiva ha sobrevivido hasta nuestros días. Pero ¿ese discurso no oculta acaso los problemas sociales de nuestra ciudad? Somos una tierra históricamente saqueada, explotada, contaminada y desigual. Alrededor del Cerro se encuentran diques de cola que son lagunas que están llenas de desechos tóxicos altamente contaminantes. Un claro ejemplo es el dique de colas San Miguel en Cantumarca o el del ingenio La Estrella que está afectando a comunarios de Alcko Tambo.
Potosí ha jugado un rol central en la gestación de la economía moderna desde el siglo XVI. Por ello, es importante conocer realmente su historia y evitar caer en glorificaciones románticas. El Cerro puede ser una metáfora que sirva para conocer y comprender nuestra historia, las grietas sociales que padecemos y la urgencia en la adopción de políticas sociales. Debemos evitar esos discursos y celebraciones que usualmente se hacen a costa del dinero público. Dinero que debería ser invertido en bienestar, educación y salud. Es urgente evitar los despilfarros conmemorativos y los discursos ampulosos innecesarios. En su lugar, debemos concentrarnos en hacer de nuestra ciudad y del Cerro un lugar humano, vivible y digno.
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Evelyn Callapino es investigadora, politóloga e integrante de Mujer de Plata.
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