Esther Mamani
Si hubiese una transmisión en vivo del trabajo de nuestros empleados, como son todas las autoridades públicas, sería interesante conocer a quién se le ocurrió la idea de ahorrar y endosar la crisis económica del país a las mujeres de Bolivia. Del total del presupuesto nacional se proyecta apenas el 0,35% para combatir la violencia en el país
¿Quiénes de nuestras autoridades políticas escucharon la idea y asintieron? Acaso alguien se animó a decir: presidente, podemos ahorrar en muchos temas, pero combatir la violencia es prioridad nacional ¿habrá pasado? No lo sabemos, el hecho es que hicieron llegar un proyecto de ley a la Asamblea Legislativa donde la atención, prevención, sanción y reparación en temas de violencia de género quedó fuera de la lista de prioridades. Lanzo consultas.
Bajo qué criterios el ministro de economía, muy hábil con los versos, habrá pensado que era buena idea destinar 300 millones de bolivianos para celebraciones del Bicentenario. Una sola actividad para un único momento y apenas 1.026.037.019 para la lucha contra la violencia hacia la mujer en todo un año y que afecta a vida de miles de mujeres, niñas, niños y adolescentes.
De qué nos sirvió un Año de Despatriarcalización en Bolivia si a quienes debimos despatriarcalizar están proyectando esa reducción sin ningún remordimiento. Cómo harán ahora para lanzar discursos a favor de los derechos de las mujeres mientras están frente a cámaras si cuando se trató de poner prioridades eligieron el festejo o seguir manteniendo sueldos de militares y de servidores públicos en empresas deficitarias. Como dijeron hace unos años: gasto insulso.
Entiendo que la gestión de un país requiere la asignación cuidadosa de recursos, sin embargo, es crucial reconocer que invertir en la erradicación de la violencia de género no solo es un tema de justicia social, sino una estrategia para el desarrollo sostenible de Bolivia. No podemos aspirar a ser un país desarrollado mientras miles de mujeres vivan entre el miedo y la zozobra a causa de la práctica normalizada de violentar sus cuerpos, sus vidas y matar sus sueños o a ellas mismas.
La violencia de género genera costos en términos de atención médica, servicios sociales y pérdida de productividad. Invertir en su prevención puede disminuir estos gastos a largo plazo y en mediano y corto plazo salvar vidas. No es un tema menor ni parece ser muy difícil elegir entre salvar vidas o celebraciones.
Si quedan dudas es mejor acudir a las cifras gubernamentales como las del Ministerio Público. En el caso de violencia sexual el 94% de las víctimas, entre 2017 y 2023, fueron mujeres y el 95% de los procesados fueron hombres. Ahí la evidencia de que las mujeres están siendo las más afectadas y tan solo desde la arista de las denuncias porque sabemos que existen miles que no llegan a esa instancia.
No se puede ahorrar con la vida de miles de mujeres. No se puede argumentar una crisis económica porque esto además implica porcentajes que ya están estipulados en la Ley 348, Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, y esos, sin importar el tamaño de la torta, tienen que mantenerse.
La Alerta 348, colectivo de mujeres que aglutina a diferentes organizaciones en todo el país, advirtió de esta situación tras conocer las cifras que brindó la Secretaría del Comité de Derechos de Género. La voz de todas estas mujeres activistas, con mucha experiencia en el área, es la voz de la sabiduría que al gobierno le faltó el día que pensaron que ahorrar en este tema era una buena idea.
100% en discursos y solo 0,35% en acciones, así está el gobierno de Arce. Pero estamos a tiempo. Aunque la Comisión de Planificación recibió la orden de aprobar el proyecto de Ley, y cumplieron con el mandado, todavía queda la discusión en el pleno de la Asamblea donde esperamos coherencia, tino e inteligencia. Esperamos, me sumo, que se revierta este ínfimo recorte porque sin presupuestos no se cumplen los compromisos. Esperamos que el Presidente conozca de esta situación y como capitán del barco dicte la orden de subir el presupuesto para las mujeres.
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Esther Mamani es periodista, workaholic, especialista en género
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