La expectativa social de que la baja de la cotización del dólar se acompañará de una tregua en el ascenso de los precios de artículos de consumo ha quedado tendida en el camino. Cuando no se estancaron en los niveles del dólar a 17, algunos no dejan de trepar. Nueva y retorcida tendencia que sigue licuando salarios, pensiones y cualquier otro tipo de ingresos familiares, reducidos a la mitad de su capacidad de compra en escasos meses.
Los dos finalistas de la competencia presidencial han dejado establecido que coinciden en medidas que recortarán aun más el poder adquisitivo de nuestra moneda nacional. Devaluación, repliegue de subsidios, incremento de tarifas, son base del recetario de ajuste fiscal y antiinflacionario, compartido por los protagonistas del balotaje del 19 de octubre.
Con ese cuadro de fondo, nos topamos con una rara situación de cautela y más bien casi hermetismo de los nuevos legisladores ya elegidos. Hay quien pueda creer que se trata de una actitud respetuosa hacia las cabezas de las fórmulas, reconociendo que hasta la nueva ronda electoral, la escena, los focos, cámaras y micrófonos deben ser monopolizados por los candidatos. Me temo que no se trata de prudencia, sino de un claro indicio de que el Legislativo jugará un papel tan pobre y triste como el que vive sus últimos días.
El mutismo o la inusual discreción de los habitualmente bulliciosos parlamentarios hace parte del estado de confusión y movimientos ejecutados por debajo de la línea de visión del público. Si en 2020 la bancada de “Creemos” del gobernador Luis Fernando Camacho, supuestamente muy sólida, se dividió antes de la inauguración de la legislatura, la gestión 2025 tiene todos los ingredientes para un comportamiento calamitoso, porque no hay quien tenga capacidad propia para conducirla y ordenarla.
Ninguno de los dos binomios en carrera -ni los que perdieron en el camino- cuenta con recursos políticos e ideológicos para darle rumbo y disciplina a su propia bancada, porque todas representan a coaliciones electorales débiles y volátiles, juntadas alrededor de una estrecha franja de objetivos comunes. Los principales, que eran la proscripción de Morales Ayma y la derrota del MAS oficialista, ya se han cumplido y de allí que los lazos internos resulten tan inciertos.
Ante la falta de un centro aglutinante, cada uno de los parlamentarios siente que su poder personal (y de sus amigos) crece y se prepara a cobrar el precio y establecer tarifas de servicios. Muchos están llegando a sus curules con la expectativa de que le entreguen, por lo menos, un celular de última generación y secretaria; la presión por multiplicar las comisiones y sus directivas se inflará ante nuestros ojos.
Ante la estampida de ambiciones y cinismo, los cálculos que hacen analistas políticos sobre como se conformarán los 2/3 necesarios para algunas de las nuevas leyes y cambios planeados, resultan prematuros y candorosos. Las noticias que hablan, por ejemplo, de la “bancada del PDC” son desinformativas por definición, ya que ese partido no existe verdaderamente, sino una sigla hueca -pero con personería jurídica- que ha tenido problemas para llenar sus listas; los elegidos son imprevisibles y básicamente ingobernables.
El mismo problema existe en las filas del contrario, también conformadas apresuradamente y sin mayor capacidad de selección. Alguno de sus parlamentarios, con convocatoria propia y bolsillo grande pueden condicionar excesivamente a su candidato presidencial; la situación no es mejor entre los componentes de la tercera bancada más numerosa.
Si los miembros del Legislativo que están por irse degradaron al máximo a ese Poder, tradicionalmente sometido al Ejecutivo, hasta el punto que dejaron que se le arrebate funciones propias como la de fiscalizar dejando que sus sesiones se paralicen, los del nuevo pueden llevarlo de esa condición “boba” a una todavía peor.
Los mejores legisladores, antiguos y nuevos, tienen muy limitadas condiciones para alterar esa dinámica, porque llegan prisioneros de candidaturas carentes de un proyecto nacional, apenas sustituido por fórmulas contra la inflación, el desequilibrio fiscal y frases sobre la recuperación del “estado de derecho”, desconectadas de una base social.
En términos gráficos: si el próximo gobierno necesita un acorazado para navegar en las tormentas económicas y sociales, ya puede verse que quien quiera que gane tiene a su disposición una balsa.
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Roger Cortez Hurtado es investigador social y docente.
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