Esther Mamani
Sin importar la edad, origen, elección religiosa, sexual, política o color de piel, las niñas, adolescentes y mujeres ante la sociedad somos culpables de los crímenes y abusos que ocurren contra nosotras. Los malabares discursivos se han afinado para terminar con la misma línea: es responsable de lo que le pasó porque…
Porque si una madre desaparece junto a sus dos hijos y se desliza el rumor de que estaba de juerga entonces hay que atraparla y hacerla aparecer en medios de comunicación como una mala madre y reivindicar el honor de su pareja porque su honor, el honor de él si importa. Aún si eso nos lleva a desinformar indicando que fue aprehendido y acusado bajo la Ley 348 y por tanto es otra de esas maléficas jugadas del feminismo.
Porque no importa el hecho de que ella declare haber sido víctima de violencia y que en su versión estaba trabajando. Porque decir que una mamá fue a generar recursos y dejó a sus hijos en un lugar no suena tan rimbombante como decir que estaba de fiesta. Entonces funciona mejor, para quienes quieren culparnos de todo, la versión donde ella es la culpable.
Porque si una mujer denuncia que fue víctima de estupro siendo adolescente, hay que culparla usando cualquier otra relación sentimental que haya tenido para decir “ella ya había pasado por esto antes, ergo yo soy uno más y nada más”. Porque la fama si está de lado de él, entonces funciona como catalizador, porque los contactos, los silencios de los amigos, porque no puedes culpar a un “tipo tan querido”.
Porque no hay interés en entender que la víctima denuncia cuando se siente lista y que miles, nunca lograr reunir todo el valor para hacer esa denuncia, porque antes de pensar en el valor de una mujer como algo positivo pensamos en lo negativo y en ese caso se acomoda mejor la figura de la venganza.
Porque no hay intención en revisar que todos y todas conocemos casos donde una menor de edad estuvo con un sujeto mayor de edad y que eso implica relaciones de manipulación, violencia y distorsión de lo que es una pareja: a la par.
Porque no importa el contexto en que se den las cosas si un hombre dice que el niño denunciado como desaparecido fue llevado por una madre bipolar entonces ella va a salir en todos los medios como una raptora. Porque las escenas se cortan a gusto del director y de sus contactos, porque para él la empatía, para ella el juzgamiento a priori.
Y así podemos seguir con todos esos ejemplos recientes donde la culpa de las niñas, adolescentes y mujeres se crea, se tiene que crear. Es así porque estamos ante una sociedad que no analiza contextos de cómo vivimos desde el axioma más evidente como son las relaciones de poder y menos piensa en el sentido de propiedad sobre los cuerpos y vidas de las mujeres que tienen los hombres.
Para ellas la culpa, para ellos las excusas…
Y no es un declaratoria de guerra entre bandos sino una carta de intenciones. Una invitación a analizar los hechos con más datos y sin temor a la incomodidad. Por ejemplo, pensando en las abuelas siendo menores de edad que tuvieron que casarse con hombres mayores ellas y a quienes nadie les recriminó o las mujeres que alzaron la voz y que su valentía fue mal llamada venganza.
Esto es más que feminismo, es sentido común. Reunir las piezas de un rompecabezas, ver el bosque y no el árbol, no dejarse llevar por las escenas convenientemente cortadas sino revisar el comportamiento de la sociedad donde ocurren estos hechos y sus implicancias en cada caso. Al final del día se ha vuelto tan normal que la ferocidad se aplique con mujeres ante la mínima sospecha de error, pero en caso de los hombres se buscan los discursos que lo eximan de culpa.
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Esther Mamani es periodista, workaholic, especialista en género
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