Rubén Díaz Cabrera
El 6 de agosto, día de la Patria, y a un año del Bicentenario de nuestra independencia, las niñas, niños y adolescentes festejamos con desfiles y algarabía propios de nuestra educación cívica; sin embargo, no puede ser un aniversario más, este momento histórico tiene que ser una oportunidad para repensar sobre la Bolivia que queremos los niños; un momento para ver nuestro sueño convertido en realidad, ver una patria fuerte y unida. Podremos hacer realidad este anhelo hilvanando el pasado, el presente y el futuro.
En nuestro pasado, podemos encontrar nuestra identidad, nuestras bases culturales y la participación histórica de los niños, olvidada hasta ahora. Bolivia no nace en el virreinato, sino que se sustenta en bases de una cultura milenaria y propia que tiene que hacernos sentir orgullosos de nuestros antepasados. Una Bolivia de mestizaje, que fue diseñando una cultura con fisonomía distinta, propia de su realidad; construyó una identidad distinta y vigorosa, con ese pasado nuestro se tiene que tener una mirada reconciliadora, dejando de lado los complejos y odios para construir la patria grande unida y única.
Nuestro presente, las niñas, niños y adolescentes, lo vemos como un reto a asumir. Nos vemos obligados a hacer un balance de lo que se avanzó y lo que nos falta recorrer en el camino de nuestro destino histórico, a través de un análisis crítico, objetivo y clara convicción de que, de nuestras decisiones y acciones, en el presente y el futuro dependerán de los 200 años de vida del país.
La Proclama de la Independencia de Bolivia de 1825, debe conducirnos a entender que en el presente somos libres e independientes por voluntad propia y debemos buscar que esa proclama histórica cobre vigencia en el bicentenario.
En el año del bicentenario tenemos la tarea de propiciar encuentros, diálogos y generar consenso para lograr cambios e ir en contra de intereses de grupos que causan dolor, tristeza, odio y división entre los bolivianos; el bicentenario debe propiciar los ideales de justicia e igualdad, para que el Estado, nos represente, incluya y sobre todo nos valore.
Nuestro futuro, son sueños, desafíos, compromisos y esperanzas. La niñez y adolescencia, tenemos la noble tarea de reconducir un Estado fallido, el Bicentenario debe significar el nacimiento del Nuevo Estado, con ideales del bien común, con nuevos actores, un nuevo destino que pueda enfrentar al flagelo de la corrupción, la violencia, la injusticia, la exclusión y el autoritarismo, y así podremos gritar con júbilo: ¡VIVA BOLIVIA!
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Rubén Díaz Cabrera es expresidente del Comité Municipal de Niñas, Niños y Adolescentes de Oruro
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