Malos tiempos para los derechos humanos

Opinión

|

|

Carlos Derpic

Celebramos hoy un nuevo aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue el 10 de diciembre de 1948, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde se produjo tan importante acontecimiento, que dio nacimiento a un documento que, si bien no fue un tratado internacional, sirve hasta hoy como una guía para la promoción, defensa y protección de los derechos que toda persona tiene, por el solo hecho de ser tal.

El 16 de diciembre de 1966, cuando pudo alcanzarse un consenso, se aprobó el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), promovido principalmente por Estados Unidos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), promovido por la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A ambos se han unido posteriormente protocolos facultativos y otros pactos y convenciones, como la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica.

La idea de adoptar la declaración cuyo aniversario celebramos hoy, surgió después de las barbaridades que los nazis cometieron durante la segunda guerra mundial en contra judíos, eslavos, homosexuales e incluso contra personas con discapacidad. Pocos hablan de que también en aquella ocasión, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas que asesinaron a más de doscientas mil personas y causaron daños irreversibles a varios millones. Y tampoco se habla de las atrocidades que cometieron los aliados en contra de los derrotados alemanes, especialmente las mujeres alemanas.

Lo cierto es que, como lo afirman muchos entendidos en la materia, la adopción de la Declaración y después de los Pactos, dieron paso a un consenso mínimo para que el mundo cambiara para bien.

Han surgido críticas contra tales instrumentos, como aquellas que los señalan peyorativamente de “occidentales” y, en tal medida, de no abarcar una serie de aspectos valiosos de culturas no occidentales. Más allá de ello, nadie en su sano juicio puede negar la importancia que tiene reconocer que toda persona cuenta con los derechos y libertades proclamados en la Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Y que, adicionalmente, no se hará respecto a ninguna persona, distinción alguna fundada en su condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía, como lo señala con claridad el artículo 2 del documento que recordamos.

Pero, no podemos negar que el día de hoy estos derechos están siendo pisoteados, por obra y gracia de energúmenos que gobiernan distintos países del mundo. Así sucede, por ejemplo, en China, Corea del Norte, Rusia, Bielorusia, Cuba, Venezuela y Nicaragua, para no mencionar sino algunos países en los que la vida, la libertad, la justicia y otros derechos no se respetan.

Sin embargo, no es solo ahí que sucede esto, sino en otros países que en su momento dijeron defenderlos y promovieron su adopción, como Estados Unidos, en el cual su actual ha presidente ha puesto en práctica demenciales medidas en contra de inmigrantes que la están pasando verdaderamente muy mal, a costa de la pretensión de “Hacer grande nuevamente a América”.

¿Y qué decir de Bukele, el dictadorzuelo que gobierna El Salvador, para quien las personas no son iguales, pues existen personas buenas y personas “malas”, y estas últimas están condenadas a pasar “las de Caín”? Las barbaridades en contra unas permitirán a las demás vivir bien. ¿Lo peor de todo? Que hay quienes apoyan ciegamente a este sujeto y proclaman incluso públicamente su admiración por él, como el vicepresidente de Bolivia.

¿Qué opinión podemos formarnos de un ex candidato a vicepresidente de Bolivia que proclama que hay que flexibilizar al extremo la legislación laboral borrando de un plumazo conquistas que costaron sangre y vidas para su reconocimiento?

En terrenos afines al de los Derechos Humanos, como el del Derecho Internacional Humanitario, suceden cosas parecidas. Basta ver lo que Israel sigue haciendo en Gaza y en Cisjordania, o lo que está sucediendo en Sudán.

En medio de esto, resulta increíble e inadmisible que el presidente norteamericano haya recibido de la FIFA, el “Premio FIFA de la paz”. Precisamente quien desprecia la vida de los demás, recibe semejante reconocimiento, lo que da cuenta de la moral que impera en la transnacional del fútbol, que se ocupa todo el tiempo de embrutecer a millones de personas.

En fin, no son buenos los tiempos que vivimos para los derechos humanos, lo que no quita que debamos continuar con su promoción y defensa.

–0–

Carlos Derpic es abogado

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

Comparte:

Noticias

más leídas

Reivindican la memoria de Aramayo y exigen que su muerte no quede impune en el caso exFondioc

El oficio de defender los derechos humanos

Necesitamos construir cohesión social

Jubileo y UNITAS realizarán veeduría al proceso de selección y designación de vocales del TSE

Suecia suspenderá la cooperación que otorga a Bolivia a finales de 2026

Sobre la diplomacia científica (primera parte)

Desconexión judicial con la realidad

Bolivia y su infancia en la primera línea del colapso climático