EDITORIAL SUMANDO VOCES
Hablando en términos aeronáuticos, el gobierno de Rodrigo Paz está apenas carreteando para, en el corto plazo, alzar vuelo y encarar la crisis multidimensional que afecta al país. En este corto tiempo, las señales enviadas no condicen con la visión de desarrollo sostenible, ni con el discurso del propio Mandatario, quien prometió, durante su investidura, un “gobierno verde”.
No se trata únicamente de tal o cual nombramiento, sino de una visión de desarrollo transformadora y que sea capaz de cambiar el patrón extractivista y agroexportador del país porque, como lo hemos comprobado históricamente, este modelo está empeñando el presente y el futuro de Bolivia.
Luego de la reestructuración del gabinete, finalmente el Ministerio de Medio Ambiente ha sido suprimido, tras una ola de críticas porque en ese cargo había sido nombrado un alto ejecutivo de la agroindustria cruceña, Oscar Mario Justiniano, quien, a su vez, es el ministro de Desarrollo Productivo.
Las funciones referidas al medio ambiente pasan a depender del ministro de Planificación, Fernando Romero, otro agroindustrial de alto nivel que fue presidente de la Asociación Nacional de Oleaginosas (Anapo), es decir, una figura con la misma visión de Justiniano.
Las críticas al nombramiento de Justiniano no estaban orientadas a la desaparición del Ministerio de Medio Ambiente, sino a lograr la designación de una persona comprometida con la defensa del medio ambiente. De hecho, la eliminación de esa cartera de Estado es un retroceso en la política pública en un contexto de crisis climática mundial.
En términos de justicia climática, ese Ministerio es el llamado a captar los fondos internacionales para la protección de la naturaleza, aunque también es cierto que las personas nombradas para ese cargo en el anterior gobierno no estuvieron a la altura del desafío y, por el contrario, usaron la función pública para el enriquecimiento ilícito, como lo prueban dos exministros que fueron enviados a la cárcel por esa causa.
A estos nombramientos se suma el de Branko Marinkovic en la presidencia de la Comisión de Tierra, Territorio y Medio Ambiente del Senado, de la alianza Libre, quien tiene un conflicto de intereses por la tenencia de tierras.
Pero, como dijo la diputada Cecilia Requena en un foro realizado esta semana en Sucre, no se trata únicamente de nombramientos, sino de una visión de desarrollo que apuesta a un futuro insostenible.
No podemos olvidar que el año pasado los incendios forestales devastaron 14 millones de hectáreas, que los ríos están contaminados con el mercurio de los cooperativistas, que la minería está provocando el desplazamiento de poblaciones indígenas y que el gas está prácticamente agotado. Frente a ese panorama, es imperativo que se conciba un nuevo modelo de desarrollo para el país.
El turismo, los sistemas agroforestales, el cacao, el café pueden ser alternativas no solo amigables con el medio ambiente, sino económicamente rentables. Varios países del mundo han demostrado que es posible desarrollar y prosperar sin depredar el medio ambiente.
Urge un debate profundo, plural y responsable de los diferentes actores de la sociedad sobre las prioridades de la agenda del nuevo ciclo porque si destruimos los bosques, el agua y la tierra, tal vez ya no necesitemos combustibles ni dólares que, por ahora, parecen ser la mayor preocupación de las autoridades.
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