EDITORIAL SUMANDO VOCES
Rodrigo Paz, el presidente electo de Bolivia, ha recibido el triunfo con la mano extendida para los demás partidos porque el reto de sacar al país de la crisis multidimensional en la que se encuentra es demasiado grande como para encararlo en solitario.
La crisis económica viene acompañada de otras crisis, como la ambiental, la institucional y por supuesto la social. Por tanto, el reto no se agota en las medidas que se deben tomar para regresar los dólares al país, conseguir combustibles y frenar el alza de precios, sino que toca a la estructura misma del Estado, donde fermenta una peligrosa polarización entre bolivianos.
Es lógico que Paz Pereira haya extendido su mano a los demás partidos, incluido a Libre, su principal oponente, tomando en cuenta que la bancada del PDC no llega ni a la mayoría absoluta, necesaria para aprobar cualquier ley o reglamento en la Asamblea Legislativa y, peor aún, a los dos tercios, requeridos para aprobar los asuntos estratégicos del Estado, como la elección de altos cargos, la reforma constitucional, los juicios de responsabilidades, entre otros.
Para lograr la mayoría absoluta, PDC necesitará hacer alianza con un segundo partido y para conseguir los dos tercios de votos es probable que necesite incluso tres partidos como aliados.
No son tiempos de mezquindades, ni de cuoteos basados en los intereses personales o partidarios, por lo que se esperaría que estos acuerdos se guíen por la urgencia de la crisis y la necesidad de sacar al país a flote lo antes posible. Por otro lado, si hubiera algunos partidos que, de todas formas, se sitúen en el lado de la oposición, tendrían que ejercer ese rol, que también es democrático, desde la lógica positiva y propositiva.
Sin embargo, el desafío de la gobernabilidad en Bolivia no termina en los pasillos de la Asamblea Legislativa, sino que se extiende a las calles, ciudades, municipios, pueblos y comunidades. Por tanto, es de esperar que la mano extendida de Rodrigo Paz sea lo suficientemente grande como para acoger a todos, no solamente a los partidos que perdieron las elecciones, sino también a la sociedad civil y a las organizaciones que conforman el tejido social de Bolivia.
En ese marco, se espera que el nuevo gobierno y los partidos que logren la alianza de gobernabilidad sean incluyentes, transparentes y desprendidos, caso contrario, el país se quedará en el viejo círculo de la polarización y el empantanamiento, con los sectores populares descontentos como caldo de cultivo. No olvidemos que las medidas económicas que se vienen impactarán en los sectores más vulnerables y, para afrontar esta etapa, el único camino es la concertación.
En este punto, también es necesario que, una vez terminada la campaña, el presidente electo le hable al país con la sinceridad de un estadista y no como el candidato que prometió ampliar los gastos cuando la raíz de nuestra crisis es el déficit fiscal.
Y, la alianza perdedora del balotaje le hace un gran servicio a la democracia al poner un alto a la narrativa de las supuestas irregularidades y ofrecer su apoyo al gobierno legalmente elegido sin condiciones. Eso es lo que necesita el país en este momento, manos extendidas, de uno y otro bando, para reconstruir aquello que está destruido.
Agenda urgente y estructural, gobernabilidad política y concertación social son la clave para avanzar en la cohesión social, tan necesaria para estos tiempos.
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