Daniela Leytón Michovich
Hace unas semanas, un medio de comunicación digital difundió con total naturalidad una entrevista a un militar. El entrevistado se identificaba como miembro de una unidad de inteligencia del Estado, un “agente secreto” que había trabajado durante la administración de Morales y Añez. En su presentación afirmó ser integrante de una agrupación militar interna, con nombre de comparsa de carnaval, de esas que se entretienen haciendo performances en la Plaza Murillo.
En la entrevista al funcionario de “inteligencia”, el tono de la banalidad del mal fue una constante y hasta una anécdota de lo inverosímil, un florero de abuso de conceptos y categorías, una muy pobre noción de psicología social, en todo caso digamos, un remedo local, grotesco y ridículo de una KGB de alasas.
¿Qué hace la inteligencia de la inteligencia además de jugar al pesca pesca? tomando en cuenta que su salario proviene de nuestros impuestos y que habitamos un país en el que el tráfico de mujeres y niños, los feminicidios y las violencias en todas sus dimensiones son una constante, son sucesos que de tanto acontecer corren el peligro de naturalizarse.
¿Qué hace la inteligencia de la inteligencia? En un país con orgías judiciales, con las fronteras abiertas al tránsito de productos y automóviles robados que luego son ofertados a la venta por policías y nos tenemos que enterar por denuncias de agentes chilenos. En un país con desvío de coca a cambio de fajos de dólares frescos, con narcos que juegan fútbol, compran casas, envían mensajes cínicos y burlescos a la autoridad ante la ineptitud por su captura.
Esa gente, la que se dedica a la “inteligencia” nos debe su salario por perder el tiempo y comportarse como el llunku privado de las ambiciones de patrón de turno y por no entender que se debe primero a la población. Esa gente nos debe su salario por no hacer su trabajo, por cada wawa desaparecida, cada mujer muerta y cada centímetro de territorio que perdemos ante los avances de la mafia organizada.
La inteligencia de la inteligencia hace preste de su estupidez en un país que poco importa a sus cínicos gobernantes, pero que duele a cada uno de los ciudadanos de a pie que lo habitan.
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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)
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