La ignorancia mata: Sarampión, un regreso evitable

Opinión

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Cecilia Vargas

El día martes 24 de junio del año en curso, Bolivia, mediante el Ministerio de Salud, declaró emergencia sanitaria a nivel nacional por sarampión, tras el reporte de 60 casos para ese día. Hoy, los números tienen una tendencia a subir.

La palabra «sarampión» proviene del latín medieval sirimpio, que significa «pápula de sarampión». A su vez, es probable que esta palabra sea una alteración de sinapionem, derivada del latín sinapi, que significa «mostaza». Esta etimología se relaciona con la apariencia de la erupción cutánea del sarampión, que se asemeja a las manchas que se producen al aplicar mostaza sobre la piel, causando una irritación rojiza.

El sarampión es producido por un virus del tipo paramixovirus. Históricamente, esta enfermedad era conocida por las erupciones cutáneas. Desde el siglo IX a. C., se la confundía con otras enfermedades eruptivas como la viruela, y recién en el siglo IX d. C. se logró identificarla y diferenciarla de otras enfermedades, esto en Persia.

Esta enfermedad provocó un declive en la población mundial debido a distintas epidemias. Entre ellas destacan las que vivió el Imperio Romano (siglo II d. C.), así como las que afectaron a las poblaciones nativas de Hawái, Fiyi y las Américas, donde no se tenía inmunidad. Esto cambió con la aparición de las vacunas. El desarrollo de las mismas comenzó con la identificación del virus en 1954 por los doctores Enders y Peebles. Posteriormente, en 1963 se comenzó a usar la vacuna contra el sarampión, y en 1971 se combinó con otras vacunas, conformando la vacuna triple viral SRP (sarampión, rubéola y paperas).

Se estima que en los últimos 20 años se evitaron alrededor de 60 millones de muertes por sarampión. Sin embargo, esta tendencia está cambiando, principalmente después de la pandemia por COVID-19. Por un lado, cuando dicha pandemia obligó al aislamiento y al enfoque exclusivo en la vacunación contra el COVID-19, se descuidó completar los esquemas de vacunación establecidos para otras enfermedades. Por otro lado, está la supina ignorancia de algunas personas, que desinforman y ponen en duda el trabajo del personal de salud, además de alegar diferencias y cuestionar la efectividad de las vacunas SR y SRP. Esto proviene, probablemente, de una tendencia que se autodenomina progresista pero que, en lugar de llevar al progreso, causa retroceso en cuanto a la prevención de enfermedades: los antivacunas.

Las vacunas son una de las intervenciones de salud pública más seguras y efectivas de la historia. Enfermedades que antes eran comunes y mortales, como la viruela, la poliomielitis y el sarampión, han sido controladas o erradicadas en gran parte del mundo gracias a la vacunación masiva. La efectividad de la vacuna contra el sarampión es del 97% después de dos dosis. Es una de las más eficaces que existen. El riesgo de una enfermedad es mucho mayor que el riesgo de una reacción adversa a la vacuna.

Por otro lado, se han difundido de manera irresponsable algunos mitos, entre ellos la supuesta conexión entre las vacunas y el autismo. Vale aclarar: no hay ninguna conexión científica entre las vacunas y el autismo. Esta idea surgió de un estudio fraudulento publicado en 1998 por Andrew Wakefield, un médico británico al que posteriormente se le retiró la licencia. El estudio fue retractado y se demostró que el autor había falsificado datos y tenía conflictos de interés. Múltiples estudios a gran escala en todo el mundo, que han incluido a millones de niños, han desmentido categóricamente cualquier vínculo entre la vacuna SRP y el autismo.

Criticar las vacunas es rechazar décadas de investigación científica, ensayos clínicos rigurosos y el consenso de la comunidad médica global. Las vacunas no son una «teoría»; son una tecnología médica probada, que ha pasado por rigurosos procesos de aprobación y monitoreo continuo.

Más allá de la coyuntura electoral que está en pleno auge en nuestro país, promovamos la vacunación para salvar vidas.

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Cecilia Vargas es cirujana y docente universitaria.

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