Dino Palacios
La otra noche tuve la fortuna de reencontrarme con un viejo amigo después de más de 4 años. Se trata de un prestigioso profesor y comunicador andaluz a quien conocí mientras estábamos impulsando la red de radios Onda Local en los municipios de Bolivia. En aquel entonces, estábamos aprendiendo de su vasta experiencia al dirigir la EMA-RTV en Andalucía. Pero, sobre todo, es un buen y gran amigo.
En medio de nuestra charla, nos contó una historia sobre ‘La verdad y la mentira’, cuya fuente original se atribuye a Jean-Léon Gerôme (1824-1904), un pintor francés que representó la historia en un cuadro. La historia más o menos es así: un día, la verdad y la mentira se cruzaron. Después de saludarse y comentar sobre el bello día y un hermoso lago, ambas decidieron nadar juntas. Se desvistieron y se lanzaron al agua. Nadaron durante un buen rato hasta que la mentira salió y se puso la ropa de la verdad. Incapaz de ponerse la ropa de la mentira, la verdad comenzó a caminar desnuda por la calle, horrorizando a todos los que la veían. La verdad desnuda es incómoda.
En la era de las falsificaciones, las redes sociales, las medias verdades o mentiras a medias, que en cierto grado son lo mismo, e incluso la hoy famosa inteligencia artificial; estas son fuentes cotidianas y diarias de recreación de la mentira, robándole la ropa a la verdad y dejándola desnuda, incomodando a la gente.
En estos tiempos que vivimos, a lo que algunos llaman guerras, no hay duda de que la primera baja, la primera víctima, es la verdad. Por ejemplo, en los incendios que hoy nos asfixian a todos en mayor o menor grado, ¿quiénes son los verdaderos responsables? ¿Por qué normalizamos las campañas de recolección de ayuda para los damnificados cuando invisibilizamos a los que cada año inician el fuego?
Y sobre política, ni hablar. Por ejemplo, la lucha interna del MAS, ¿no les genera múltiples dudas? Sin ser fanáticos ni seguidores de la teoría de la sospecha y la conspiración, ¿realmente les creemos a los conservadores y/o a los radicales? La situación empeora con las numerosas experiencias del MNR después de la revolución del 52, o con las experiencias de aquellos que «cruzaron los ríos de sangre».
La mentira es muy hábil y la verdad resulta incómoda.
Dino Palacios es ciudadano.
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