Jóvenes indígenas de tierras bajas. Foto: Cortesía Ruddy Cabello
Treinta jóvenes indígenas de cinco pueblos originarios del oriente boliviano —guaraní, guarayo, chiquitano, moxeño y la comunidad afroboliviana— se capacitaron en producción agroecológica, conservación de semillas y manejo de abejas nativas sin aguijón, como parte de un proyecto piloto impulsado por la Red UNITAS. La iniciativa se denominó Jardines y huertas para un manejo agroecológico con juventudes indígenas de tierras bajas.
El objetivo fue fortalecer el liderazgo ambiental de las juventudes indígenas y fomentar el retorno a prácticas productivas sostenibles, integrando la sabiduría ancestral con métodos agroecológicos actuales. Ruddy Andrés Cabello Iraipi, joven guarayo de 25 años y uno de los impulsores del proyecto, explicó que esta propuesta nació desde las juventudes organizadas, preocupadas por el deterioro ambiental en sus territorios.
Los días 25 y 26 de junio, en Sucre, Ruddy Cabello participó del Encuentro de Intercambio de Proyectos FPP 2022 – 2025 organizado por la Red UNITAS, donde participaron casi 60 representantes de distintos proyectos financiados por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de Pan Para el Mundo.
Durante los talleres, desarrollados en noviembre y diciembre de la gestión pasada, los participantes aprendieron técnicas para la elaboración de abono orgánico, lombricultura, reproducción de semillas nativas y el cuidado de abejas meliponas, un conocimiento tradicional que ha estado presente en sus pueblos desde hace siglos. El uso de cajas tecnificadas permitió un manejo más efectivo de las colmenas.


“El proyecto tuvo dos pilares importantes: el rescate de saberes de nuestros abuelos y el uso de métodos amigables con la tierra. Queremos producir sin destruir”, señaló Ruddy. Además del componente productivo, el proyecto promovió la reflexión colectiva sobre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el rol de los jóvenes en la defensa del territorio.
A pesar de los desafíos logísticos —como los incendios y la densa humareda que cubrió parte de Santa Cruz en esos meses—, el grupo logró ejecutar el 100% de las actividades previstas. Uno de los impactos más relevantes, según Ruddy, fue la articulación entre jóvenes de comunidades rurales e indígenas que viven en la ciudad, creando redes para futuras iniciativas.

El proyecto fue diseñado para impactar de forma directa en 30 jóvenes, pero sus alcances fueron mayores: aproximadamente 150 personas, entre familiares, docentes y comunarios, se beneficiaron indirectamente con los conocimientos compartidos. Se elaboró también material didáctico con enfoque intercultural para replicar las experiencias.
Desde UNITAS se destacó que esta experiencia servirá como modelo para futuras intervenciones con juventudes indígenas, combinando prácticas agroecológicas con identidad cultural y sostenibilidad. Los participantes ya planifican una segunda etapa, con la meta de instalar huertas piloto en comunidades rurales de Santa Cruz y profundizar el trabajo con las abejas nativas.
“El mensaje es claro: podemos generar alimentos, cuidar la tierra y recuperar nuestras raíces. Y eso lo estamos haciendo los jóvenes”, concluyó Ruddy, convencido de que el presente y el futuro de los pueblos indígenas también pasa por volver a mirar la tierra con respeto.


También le puede interesar: