Editorial Sumando Voces
El avance de los incendios forestales en los parques nacionales, al punto de poner en riesgo la seguridad de los pueblos indígenas, está generando una ola de indignación en diversos sectores de la sociedad boliviana, pero, lo que llama la atención es que el Gobierno y algunas gobernaciones, como la de La Paz, no parecen inmutarse ante la gravedad del problema.
La última semana ha sido crítica para las áreas protegidas y para los pueblos indígenas que las habitan. Se han reportado grandes incendios en el Parque Nacional Madidi, en la reserva Pilón Lajas, el Parque Noel Kempff Mercado, la reserva de Tariquía y el TIPNIS.
En el caso del Madidi la situación ha sido particularmente dramática porque el fuego consumió algunas casas de la comunidad tacana de Buena Vista, estuvo a punto de ingresar al área urbana de San Buenaventura y causó susto en varias otras comunidades.
Frente a la emergencia, el Gobierno no hizo más que minimizar los hechos, indicando que los incendios no son de magnitud y que están controlados. Sin embargo, los testimonios de los habitantes de las zonas afectadas fueron elocuentes y terminaron por desmentir la retórica gubernamental en torno al tema.
Sólo después de eso, el Gobierno activó un comando de incidencias con autoridades de alto nivel, bomberos y ayuda humanitaria a la zona del desastre entre Beni y La Paz.
Frente a esta situación, cabe preguntarse si el Gobierno tiene la voluntad y la capacidad para apagar los incendios. Tener la voluntad ya es un buen inicio porque eso puede llevar a reconocer la gravedad del problema y a actuar en consecuencia. Pero, si pese a tener la voluntad, no existen los recursos necesarios para actuar, entonces es importante que el Gobierno tome las medidas legales necesarias para pedir ayuda internacional.
En el caso del parque Madidi, que es una de las reservas más biodiversas del mundo, hay un solo helicóptero del Gobierno, pero que claramente es insuficiente. En esas circunstancias los que sufren son los vecinos convertidos en improvisados bomberos y los soldados de los regimientos acantonados en la zona, quienes tienen que enfrentarse a las llamas con pocos recursos.
Lo propio hay que decir que las gobernaciones que no están asumiendo un rol proactivo en la emergencia, como la de La Paz, que no ha hecho acto de presencia en la Amazonía durante los peores días de la crisis.
Y, el llamado a asumir el liderazgo de la crisis, es decir, el presidente Luis Arce, se ha mantenido con perfil bajo en este tema e, incluso, con la mirada puesta en otros asuntos menos relevantes como los aniversarios locales y hasta un concurso de belleza.
Ante las críticas desatadas por su indiferencia ante los incendios, finalmente durante la semana el Mandatario envió un par de tuits indicando que ha activado un comando de incidentes en el Beni y que la atención de los incendios es rápida y oportuna.
Frente a esta situación, la sociedad civil ha empezado a articularse en torno a una demanda: Presidente, declare desastre nacional, pida ayuda internacional y priorice la atención de la emergencia.
Si el Mandatario tiene lectura política y un poco de conciencia ambiental, tendría que escuchar el clamor ciudadano y apagar el fuego.