«Fraude». Que palabra mas fea y peligrosa para la democracia. Mucho más fea y terrible cuando la repiten los protagonistas políticos, sin pruebas, ni constataciones.
En el pasado inmediato, la oposición a Evo Morales en cada periodo electoral decía que se estaba preparando un gran fraude por parte del organismo electoral, tenían sus dudas; pero los resultados contundentes reflejaban que el fraude no era posible.
Hasta que llegamos al 20 de octubre de 2019, cuyo proceso, resultados, peleas, conflictos han sido largamente analizados y con informes de organismos especializados, como la OEA, la Misión Europea, y otros constatando que sí hubo fraude, porque había autoridades electorales que respondían a las órdenes del gobierno, en lo cual no vamos a ahondar. Ha corrido mucha agua bajo el puente, al extremo que se intentó introducir y cambiar la historia con la posverdad del golpe de Estado.
Es tan delicado que poca importancia le ha dado la prensa y las autoridades competentes a esta permanente acusación política que se lanza sin la más mínima consideración, que prácticamente ha contaminado el proceso electoral. Precisamente para que usted, amable lector, entienda la magnitud de la palabra fraude, compartimos su significado que la da la Real Academia Española: 1. Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete. 2. Acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros. 3. Delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de los contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos. Engañar.
La palabra fraude viene siendo repetida de forma permanente por uno de los candidatos del PDC, claro, sin pruebas claras y contundentes, solo suposiciones. Si pierden la segunda vuelta electoral hay fraude; pero si ganan ¿habrá fraude?. Es la irresponsabilidad mayúscula y que constituye un golpe bajo a la democracia y un puñetazo al TSE, cuyos miembros no han tardado en desmentir o precisar que es falso hablar de fraude.
El presidente del TSE, Óscar Hassentefel, manifestó que la palabra “fraude” debería ser eliminada del diccionario en la política boliviana y reivindicó el trabajo imparcial del Órgano Electoral.
“Exigimos un respeto al Tribunal Supremo Electoral que ha demostrado total imparcialidad y transparencia. Y no se puede usar términos de un supuesto fraude, salvo que puedan demostrar documentalmente, por supuesto”.
Este Tribunal tuvo su prueba de fuego en las elecciones nacionales del 17 de agosto, que nos garantizó un proceso electoral abierto, transparante y resultados rápidos. Recuperamos la confianza y la credibilidad hacia este importante organismo que fuera valpuleado y usado por el gobierno de Evo Morales. Claro, eran otros vocales, que llevaron adelante el fraude electoral del 20 de octubre de 2019.
Es demasiado fácil suponer, pensar o inducir que habrá fraude electoral el 19 de octubre de 2025, con lo cual se busca objetivos oscuros: golpear a la democracia, minar la credibilidad del órgano electoral y no aceptar los resultados del voto en caso de que les fuera desfavorable. Claro, si gano yo, bien por el TSE y no hay fraude. Si pierdo yo, gritaré a los cuatro vientos que me engañaron el voto y que el TSE cometió un fraude electoral de gran magnitud.
No se puede ser tan irresponsable de andar gritando en cada discurso que el fraude está en camino y que sus bases estén atentas para salir a las calles. “Por las buenas o las malas nos quedaremos en el poder”, decía Maduro, el presidente de Venezuela, que perdió de forma estrepitosa en los comicios nacionales.
¿Buscan algo así los del PDC?. Los ciudadanos de la democracia hemos tomado partido por el bien supremo, nos la jugamos por los valores y los pilares de nuestra democracia, reconquistada con muchos sacrificios, lágrimas y esfuerzos, por lo que no podemos dejar que ningún caudillo, tirano o mesías nos la arrebate. Ojo. un mensajito para los que ya se creen con el poder en sus manos: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, lo dijo Lord Acton.
No podemos ser indiferentes a la participación política y al ejercicio de nuestros derechos políticos. Así somo nos lo plantea el filósofo y activista Antonio Gramsci: «Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes».
Hernán Cabrera es periodista y Lic. en Filosofía
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