Evo Morales: el elefante en la habitación

Opinión

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Sumando Voces

Gonzalo Colque

Para mucha gente, Evo Morales es el causante de la crisis económica y los males que carcomen a la política boliviana y; sin embargo, sigue siendo el candidato presidencial más fuerte, a pesar de que sus detractores se esfuerzan en soslayar su presencia y vigencia renovada con la reciente demostración de fuerza. Admitir que es el “elefante en la habitación” obliga a preguntarnos: ¿Por qué el evismo retiene un apoyo popular casi decisivo, sin importar que haya sido un gobierno que abandonó las banderas de lucha del pueblo y usó a su gente para las ambiciones de poder ilimitado del caudillo?

Tal vez la respuesta reside en el hecho de que Evo forzó a las clases dominantes y grupos de poder a reconocer la existencia de las mayorías excluidas y pobres y que, por más descabellado que haya sido su modelo económico, permanece en la memoria de esos mismos sectores populares como el líder gestor de años de abundancia. O tal vez la clave radica en descifrar el significado de “Evo es pueblo”; es decir, el líder político como sinónimo y encarnación del pueblo boliviano.

Ciertamente, Morales administró un periodo excepcional de bonanza económica. El gas natural generó ingresos millonarios. Investido de una legitimidad sin precedentes, el líder de los excluidos tuvo la oportunidad de aprovechar el auge para un desarrollo económico sensato, sin apasionamientos ideológicos, sin ahondar en demasía el extractivismo, sin derrochar la renta en “elefantes blancos” y; sobre todo, sin pervertir a los movimientos sociales y sus dirigencias. Sin embargo, él y sus seguidores perdieron el rumbo, víctima de sus propias perversiones.

Evo Morales se ganó el apoyo incondicional del pueblo repartiendo billetes a manos llenas, cargos públicos, cuotas de poder, camionetas y todo cuanto podía comprar con los dólares del gas. No solo fue un gran vendedor de ilusiones, sino un artífice de realidades falseadas, como esa de que antes las arcas del Estado estaban vacías porque los neoliberales se robaban el dinero del pueblo, o que la abundancia repentina se debía a que él y su entorno eran nada menos que la “reserva moral de la humanidad”.

El gobierno de Morales y la bonanza económica son dos cosas distintas, pero la distinción no es tan obvia para sus potenciales votantes. El caudillo cocalero lo sabe, tiene olfato político y como conocedor de que el pueblo busca respuestas milagrosas en tiempos de dificultades, trabaja en reforzar la falsa asociación entre su gobierno y el auge económico. Frases como “se vivía bien con Evo, había plata” o creencias como “si había dólares con Evo, habrá si vuelve” no circulan en las redes sociales, pero proliferan en encuentros cara a cara. En las comunidades rurales, incluso se escucha que “hasta la papa producía mejor con Evo”.

Persuadir de lo contrario es fundamental para evitar antes que sea tarde la peor versión de la crisis económica y, en última instancia, para apostar por una Bolivia con futuro. También es algo que interesa o debiera interesarles a los adversarios de Morales. Para ello, se requiere hacer otra distinción fundamental: separar a los gemelos siameses “Evo” y “pueblo”. Pero los políticos de oposición, excepto el ala arcista, hacen exactamente lo contrario.

Al usar términos genéricos como “masistas” o “masismo” a modo de adjetivos descalificativos para atacar al Movimiento Al Socialismo (MAS), logran el efecto contrario: hurgan las heridas que no cierran de una sociedad históricamente escindida, reunifican a las mayorías en torno al caudillo, refuerzan su base electoral y; en el proceso, construyen un discurso dicotomizante que si bien seduce a los convencidos, aleja a las mayorías populares e, incluso, a las clases medias bajas que reniegan del MAS con conocimiento de causa.

Entonces, la vigencia de Evo radica en que es visto tanto como gestor del milagro económico, como el reflejo mismo del pueblo. Separar con meridiana claridad la triada Evo-bonanza-pueblo es fundamental para mirar adelante como sociedad, para una Bolivia cuyo poder político esté estructurado en órganos de poder verdaderamente separados e independientes. Una Bolivia cuya matriz productiva no esté condicionada por modelos estatistas trasnochados o dogmas económicos parecidos. Sin embargo, separar la triada es todo un desafío porque, al final de cuentas, significa enfrentar cuestiones irresueltas de gran alcance: el corporativismo, el cuoteo político, el patrimonialismo, los faccionalismos en razón de etnia, clase y región.

Bolivia ha dado tres pasos adelante con la llegada al poder del MAS, pero retrocedió un paso cuando Evo forzó su repostulación, otro paso atrás con Luis Arce y el retorno del caudillo anularía lo poco que queda. Por supuesto que es posible la reinvención de Evo, pero poco o nada probable. En este aspecto, sus adversarios políticos llevan una pequeña ventaja: están todavía a tiempo y tienen más probabilidades para reinventarse.  

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Gonzalo Colque es economista e investigador de la Fundación TIERRA.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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