Gabriela Canedo Vásquez
A Santiago de Chiquitos, la antesala del cielo, llegó el fuego. Las cifras señalan que ya medio millón de hectáreas fueron arrasadas en distintos puntos del país, pero principalmente en tres municipios de Santa Cruz. Uno de ellos es Roboré, donde el fuego avanzó lamentablemente hacia la reserva del Valle de Tucabaca. La pesadumbre me invade particularmente esta vez, porque hace diez días pude recién conocer un pedacito del sudeste de la Chiquitania que en estos días arde.
Del recorrido que hice, conocí los tesoros turísticos que el municipio de Roboré guarda. Espacios mágicos que son atractivos culturales y ecológicos. La historia y la naturaleza se hacen presentes a cada paso en forma de construcciones y paisajes icónicos.
En la ruta, San José de Chiquitos y Santiago de Chiquitos se convierten en los pueblos que guardan la historia de la zona. Las magníficas iglesias, restauradas ofrecen vestigios de un pasado religioso que aún pervive.
Visitar el pueblo de Chochís donde se encuentra la cascada “El velo de la novia”, una caída de agua que se abre y hace honor a su nombre y bañarse en ellas es una experiencia disfrutable. Para llegar a dichas aguas cristalinas hay que caminar 15 minutos por un sendero en el que se respira naturaleza. A pocos minutos se encuentra el Santuario Mariano de la Torre y la piedra colorada conocida como La Torre o la Muela del Diablo, son atractivos cuya historia y vista son inigualables.
El Valle de Tucabaca es parte del bosque seco tropical mejor conservado del mundo, acoge a una gran variedad de fauna silvestre cobijando a diversas especies. En sus montañas nacen los ríos que abastecen a toda la región y a la zona sur del Pantanal boliviano.
El circuito turístico termina en la localidad de Aguas Calientes de Roboré, cuyas aguas superan los 40 grados de temperatura y se considera que tienen propiedades medicinales y relajantes. Además de ser cristalinas, con arena suave, existen unas ebulliciones que emanan de pozos, los llamados hervores. De esta manera, finalizar el recorrido turístico sumergida en las aguas calientes viendo aparecer la luna en todo su esplendor y la primera estrella que la mayor de las veces concede el deseo solicitado de volver, es una experiencia valiosa que se encuentra en nuestra Chiquitanía.
Sin embargo, hay un elemento que de una u otra manera está presente en este recorrido turístico, el fuego y los incendios. Por las características de la ecorregión, cualquier llama encendida en medio de los bosques secos provoca fuego y junto a la complicidad del viento, estas avanzan velozmente.
En la plaza de Santiago de Chiquitos se encuentra un cartel de prevención que marca el grado de riesgo de incendio forestal. Asimismo, en el recorrido en el Valle de Tucabaca, el guía don Leonardo, comunario de la zona relató que el 2019 cuando la Chiquitanía ardía, el fuego ingresó al área protegida y alcanzó hacia las faldas de la serranía, y la Reserva de Tucabaca enfrentó graves consecuencias de cuanto había consumido el fuego. Con métodos caseros, los habitantes del lugar hicieron su mayor esfuerzo para arremeter contra las llamas, relató. Continuando con el recorrido, al llegar al mirador del valle, se tendría que poder divisar la tupida vegetación seca de bosques tropicales; sin embargo, en esta época el humo de los incendios tapaba la vista a modo de niebla.
Después de la visita a Roboré y sus atractivos, los turistas dejamos el lugar. En cambio, son sus habitantes quienes tienen que padecer las consecuencias en todo sentido. Una de ellas es que los diferentes sitios turísticos que son fuente de ingreso quedan sin visitantes. Además de esto, el fuego provoca la muerte de muchos ecosistemas, afecta a la salud de los comunarios y genera en definitiva la destrucción de la vida. En estos días el mismo infierno llegó a la antesala del cielo.
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Gabriela Canedo es socióloga y antropóloga
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