Carlos Derpic
La democracia es un sistema de gobierno que ha avanzado en el mundo de manera extraordinaria, al punto que casi todos afirman que son demócratas. A partir de ello, intentemos algunas reflexiones acerca de ella.
Lo más sencillo es decir que se trata de un sistema de gobierno en el cual el pueblo tiene el poder. La afirmación de Abraham Lincoln, de que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, mantiene vigencia. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas como parecen y por ello es necesario comprender que, detrás del vocablo, hay una historia y bastante complejidad.
Por ejemplo, se afirma que la democracia surgió en Atenas, Grecia, hace dos mil quinientos años, pero esta afirmación ha sido matizada por entendidos en la materia como Robert Dahl y John Keane. El primero dice que la pretensión de que la democracia nació en la Grecia antigua es errónea porque, entre otras cosas, no fue inventada de una vez y para siempre, como ocurrió con la máquina de vapor. Keane es más contundente cuando dice que la idea de que la democracia es o podría ser un valor occidental universal, un regalo de Europa para el mundo, es solamente eso: una idea, que se niega obstinadamente a morir, y añade que la breve palabra “democracia” es mucho más antigua de lo que supusieron los cronistas griegos clásicos. Por lo demás, lo que fue la democracia griega, nada tiene que ver con lo que hoy se entiende por democracia.
Luego de haber sido olvidado, este sistema de gobierno reapareció durante el siglo XVIII y, desde entonces, comenzó un avance incontenible y una evolución que complejiza aún más su cabal comprensión.
Una de las novedades de la democracia moderna es que reemplazó a la democracia directa de Atenas, que sólo era para un pequeño grupo de personas, es que adoptó la forma representativa, sustentada por el liberalismo político, lo que, al decir de importantes autores como John Dunn, supuso un extraordinario avance. Pero también hay que recordar que, vista la insuficiencia de esta forma de democracia, sobre todo por el escamoteo del voto popular en que incurren los representantes elegidos por el pueblo, se ha introducido en muchas partes del mundo lo que se conoce como “democracia participativa”, que algunos equiparan a la “democracia directa”, que permite la participación de la ciudadanía no sólo en las elecciones, sino en la toma de decisiones a través de mecanismos como el plebiscito o el referéndum. Se trata de un “trascender” la democracia representativa, no de eliminarla
La democracia se va construyendo y perfeccionando día a día, lo que no obsta a que se señalen algunos rasgos que la caracterizan, como los que apunta Robert Dahl: 1) Participación efectiva, que supone la posibilidad de que todos los miembros tengan oportunidades iguales y efectivas para hacer que sus puntos de vista sobre cómo haya de ser la política, sean conocidos por los otros miembros. 2) Igualdad de voto, referida a que todos tengan oportunidad de votar para la adopción de decisiones y que todos los votos valgan igual. 3) Comprensión ilustrada, por la cual todos los miembros deben tener oportunidad para instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus consecuencias posibles. 4) Control de la agenda, que supone que todos los miembros deben tener la posibilidad de decidir cómo y qué asuntos deben ser incorporados a la agenda. Y 5) Inclusión de los adultos, que supone que todos o cuando menos la mayoría de los adultos que habitan en un territorio, deben ejercer los derechos de ciudadanía que están implícitos en los criterios anteriores.
Otro reconocido autor, Pierre Rosanvallón, aborda el tema de la legitimidad de la democracia, refiriéndose a dos tipos de ella: la de origen y la de desempeño, y mostrando cómo no siempre las dos van unidas o que la ausencia de la primera no supone necesariamente la de la segunda, en tanto el caso inverso, no permite llamar a un sistema como democrático.
En Latinoamérica también hay producción sobre el tema, como se ve de las obras de Pablo Gonzales Casanova, Guillermo O’Donell y René Zavaleta Mercado, para no mencionar más que a tres connotados entendidos en la materia.
Otro rasgo fundamental de la democracia es que reconoce la vigencia de los derechos humanos y los protege o promociona; sostiene la división de poderes y la primacía de las constituciones. De ahí que, pretender –como quiere un connotado masista- que en Irán, Rusia, China, Cuba o Nicaragua hay democracia, es un despropósito similar a decir que el mejor ejemplo de fútbol brillante, atildado y ganador es la selección boliviana.
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Carlos Derpic es abogado
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