“Hemos tenido que salir de nuestros territorios, luchar por nuestros cuerpos y por nuestra naturaleza”, cuenta Mari Luna Mora, alcaldesa mayor del cabildo indígena Quillecingas Pastos de Medellín, Colombia. Su vida cambió para siempre cuando el conflicto armado la obligó a abandonar el sur del país, en el departamento de Nariño, y trasladarse al norte.
“Salí de mis montañas para encontrarme con una montaña de cemento. Fue un choque cultural muy difícil”, recuerda. Sin embargo, lejos de quedarse en el papel de víctima, decidió convertir esa experiencia en una oportunidad para defender a su pueblo y la Madre Tierra.
Mari Luna Mora participó de la III Cumbre Internacional de Mujeres desarrollada en Santa Cruz desde el 4 al 7 de septiembre. El evento fue organizado por Proceso Servicios Educativos, con el apoyo de Zabalketa.
Lleva dos décadas viviendo en Medellín, donde ha impulsado proyectos para visibilizar las violencias que afectan a las mujeres indígenas y para promover el cuidado del medioambiente desde la ciudad. Mora es parte de un movimiento de mujeres indígenas, que nació con el objetivo de escucharse, abrazarse y trabajar juntas por la biodiversidad y la autonomía económica.
“Enseñamos a nuestros hijos a reciclar, a convertir los residuos en abono natural para nuestras huertas caseras. Cuidamos el medio ambiente y también generamos recursos para no depender de los compañeros, porque en Colombia el patriarcado es muy fuerte”, afirma.

Además, ha ocupado espacios de incidencia política como la Mesa de Víctimas Distrital de Medellín y el Comité de Interlocución en la Secretaría de Mujeres. “Nosotras somos la voz de las que no pueden hablar”, dice, aunque reconoce que enfrentan muchas barreras para participar en política.
En su primera participación en la III Cumbre Internacional de Mujeres Indígenas, Mari Luna asegura que su compromiso es empoderar a más mujeres y replicar lo aprendido, fortalecer sus conocimientos y apoyarlas para que puedan exigir una vida libre de violencias.
Para ella, ser mujer indígena significa ser guardiana de la naturaleza. “Salvaguardamos los bosques, los ríos y la Madre Tierra. Aunque los desafíos son muchos, vamos a seguir siendo la voz de quienes aún no pueden hablar”, concluye.

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