EDITORIAL SUMANDO VOCES
Finalmente llegamos a las elecciones generales. No es poca cosa tomando en cuenta la crisis multidimensional que afecta al país y que ha puesto en vilo el proceso en más de una ocasión.
Cuando estamos a horas del gran día, no podemos menos que congratularnos como sociedad por haber tenido la madurez de guardar el ímpetu que nos caracteriza para canalizarlo a través del voto.
Hubo filas para conseguir diésel y gasolina, los precios subieron desmesuradamente, los ingresos perdieron su poder adquisitivo, la crisis ambiental nos golpeó en la cara y la desinstitucionalización del Estado nos pasó factura; sin embargo, y a pesar de los pesares, aquí estamos, listos para ir a votar.
Es cierto que en algún punto del proceso, hubo una fuerza política que quiso forzar su participación en las elecciones a través de un bloqueo de carreteras que, según información de la Defensoría del Pueblo, se cobró la vida de ocho personas, la mayoría policías. Sin embargo, ese doloroso trance, lejos de exacerbar los ánimos de la gente, los aplacó para que las manifestaciones legítimas no fueran confundidas con objetivos políticos.
La papeleta tiene ocho opciones, entre las que se podrá elegir aquella que representa a nuestras convicciones, aspiraciones y expectativas. Es una oportunidad que no podemos desaprovechar, no sólo por el bienestar propio y familiar, sino por el de la sociedad en su conjunto.
La democracia representativa es un sistema imperfecto, pero es el que más se aproxima a los ideales de libertad, igualdad, participación, respeto de las diferencias y pluralidad de visiones. Y, la manera de apuntalar este sistema es, justamente, votando para elegir a los representantes que nos gobernarán los próximos cinco años.
Paradójicamente, una de las imperfecciones de este sistema es que delega las decisiones casi exclusivamente a esos representantes, sin la participación activa de los mandantes entre elección y elección. Sin embargo, el voto es el punto de partida para exigir el cumplimiento de promesas, la observancia de derechos y la participación activa en la toma de decisiones.
Luego de dos décadas de hegemonía narrativa, el proceso previo a las elecciones 2025 estuvo caracterizado por la activa participación de la sociedad civil en la organización de foros, debates y encuentros para escuchar e interpelar a los candidatos. No todos los postulantes estuvieron a la altura de ese desbordado deseo de participación, sin embargo, ya se dieron pasos importantes hacia la escucha del otro, la conciencia crítica y la capacidad de propuesta.
Se supone que a estas alturas ya estamos informados sobre los candidatos y sus propuestas, pero, si alguna duda quedara, en estas horas destinadas a la reflexión tendríamos que hacer el esfuerzo por comparar y decidir.
Recordemos que este domingo votaremos en una papeleta de doble franja. En la primera elegiremos Presidente y en la segunda, diputado uninominal, pero no olvidemos que detrás del presidente existe una lista que incluye al candidato a la Vicepresidencia, a los senadores ya los diputados plurinominales. Haríamos bien en informarnos quiénes integran las listas de candidatos, al menos en la denominada franja de seguridad, para saber por quiénes serán nuestros representantes.
También nos tocará ese día cuidar nuestro voto, haciendo seguimiento a los resultados de nuestro recinto electoral, de tal manera que la confianza o las dudas en el proceso estén basadas en evidencias. Si no podemos hacerlo, habrá miles de ojos bolivianos que harán ese trabajo, además de las misiones de observación electoral nacionales e internacionales, de tal manera que el proceso se lleve adelante con transparencia y honestidad.
El poder que tendremos en nuestras manos este domingo es grande. Podremos dar legalidad y legitimidad a un nuevo gobierno, dos requisitos ineludibles para encarar una etapa crucial en nuestra historia en un contexto de crisis multidimensional. Votemos con conocimiento, conciencia y corazón.
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