Carlos Derpic
¿Puede alguien, en su sano juicio, negar los extraordinarios avances que la humanidad ha experimentado durante los últimos 500 años? No. En esa línea, Gonzalo Flores en una columna reciente decía: “mirada en conjunto, la calidad de la vida en el planeta está mejorando continuamente. La esperanza de vida, los ingresos, el acceso a la energía eléctrica, al saneamiento básico, a servicios de educación y salud, están mejorando, no empeorando. Hoy, cualquier obrero sudamericano vive mejor que los Luises”. (Los Tiempos, 2-2-24)
Suficiente mirar el avance que en materia de información se tiene en el mundo en la actualidad, para afirmar que se han producido evidentes avances. Hoy, uno está informado en tiempo real de lo que sucede en todos los deportes que se practican en el mundo, excepto, claro está, de los países como Corea del Norte o China, de los cuales también podríamos informarnos, pero no podemos hacerlo porque las dictaduras que imperan en los mismos lo impiden. Uno puede informarse del lugar en que se encuentra un pariente o amigos que se fueron de viaje y del momento en que llegan a su destino.
Lo mismo puede decirse del acceso a libros y música que, apenas hace cincuenta años, costaba mucho encontrar y ahora se consiguen en varios portales, algunos gratuitamente. Lo mismo pasa con el acceso a radioemisoras de cualquier parte del mundo, que antes costaba “captar” en los aparatos de radio y que hoy se escuchan muy bien gracias a la maravilla de la internet.
Sin embargo, tampoco nadie en su sano juicio puede negar que todo el avance ha producido una situación muy grave del planeta Tierra, de nuestra casa común. Y ello es así, a causa de la actividad depredadora del ser humano. Félix Greene daba cuenta que el capitalismo llegó en Estados Unidos a un continente virgen y lo ha devastado despiadadamente, sustentando sus afirmaciones con datos irrefutables (El enemigo. Lo que todo latinoamericano debe saber acerca del imperialismo, Siglo XXI, 1973).
En “La sexta extinción” (Planeta, 2019), Elizabeth Kolbert señala que “Los humanos somos testigos de un acontecimiento dramático: la extinción en masa de un gran número de especies”, para agregar que, aunque no es la primera (hubo cinco anteriores) ésta nos atañe particularmente porque somos responsables de ella.
En muchos artículos y en varios libros (el último de ellos “El doloroso parto de la madre Tierra”, Trotta 2023), Leonardo Boff ha advertido sobre lo enfermo que está nuestro planeta y la manera en que se está defendiendo y se defenderá enviando a los humanos virus mucho más letales que el que ocasionó la covid19, sequías, inundaciones y una serie de calamidades. Dice Boff que la Tierra continuará existiendo, pero no es seguro que la siga habitando.
Una mirada a lo que ocurre en Bolivia da cuenta de las calamidades que los seres humanos están produciendo en nuestro territorio. ¿Cómo andamos con los incendios forestales que, año tras año, eliminan bosques en el oriente de nuestro país, con el único objetivo de “ampliar la frontera agrícola”, para que unos cuántos ganen más y más? ¿Qué tal la contaminación de aguas y tierras con mercurio, que los cooperativistas mineros ejecutan a piacere en zonas de La Paz? ¿Qué del avasallamiento de tierras por parte de grupos delincuenciales, llamados “interculturales” en el oriente de nuestro país? Todo ello con la connivencia de los gobiernos del MAS que no se cansan de perorar a los cuatro vientos que aman y respetan a la Madre Tierra, pero en realidad la violan y permiten que sea violada inmisericordemente.
Por otro lado, no se puede negar que el acceso a los avances no es para todos, o no es para todos de la misma manera. Hay países y clases sociales que se benefician hasta el hartazgo de los avances que en distintas materias se dan en el mundo entero, a la par que muchos más países y muchas más clases sociales, no pueden hacerlo. Esto se da particularmente en áreas como la educación y la salud, en las cuales la situación se agrava para quienes sufren la sed de venganza como sucede ahora con los palestinos en la franja de Gaza, en la que se está produciendo un genocidio a manos del desalmado Benjamín Netanyahu.
Dos encíclicas del papa Francisco abordan el tema de la Madre Tierra, la Gaia, la Pachamama desde un enfoque integral: Laudato Si (2015) y Fratelli Tutti (2020), y proponen acciones concretas para revertir esta situación, con una advertencia muy clara: “O nos salvamos todos o no se salva nadie”. Sería bueno prestarles atención.
–0–
Carlos Derpic es abogado
Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.