La reciente celebración de las elecciones generales y el balotaje en nuestro país evidenció algo que muchos reconocemos: la capacidad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) para asumir con responsabilidad un reto institucional que le ayudó a recuperar algo la confianza ciudadana. Y aunque todavía hay mucho que mejorar, el funcionamiento del SIREPRE, la capacitación a jurados y dos jornadas tranquilas y transparentes así lo demuestran. No ha sido poca cosa.
Pero más allá de los titulares que señalaron la capacidad y compromiso del TSE como «la cara visible» del proceso, hay un segundo plano que también merece reconocimiento: el trabajo silencioso y efectivo de los Tribunales Electorales Departamentales.
No fue hasta las audiencias que la MOE de la Fundación Jubileo sostuvo con las Salas Plenas de los Tribunales Electorales Departamentales (TED), que salieron a la luz los logros, dificultades e iniciativas de los equipos técnicos que actuaron con gran motivación y compromiso; su trabajo apareció no como episodios aislados, sino como despliegues concretos del trabajo operativo que hicieron posible que las elecciones se materialicen. Información a la ciudadanía sobre todo en redes sociales (porque no tienen sitios web independientes), la organización de simulacros del SIREPRE y del cómputo; la logística de distribución de materiales a través de embarcaciones y sorteando la falta de gasolina; la capacitación a jurados buscando con creatividad cómo llegar y motivar a poblaciones indígenas o la atención de incidencias en cada rincón del país fueron grandes desafíos que enfrentaron con gran solvencia y creatividad.
Pando usó como lema la «corresponsabilidad» y capacitó sobre delitos electorales y acoso y violencia política hacia las mujeres al Comando de la Policía y a la Armada para que se asuman responsabilidades; Beni llegó hasta el último rincón atravesando ríos y dificultades logísticas para incluir en el proceso a comunidades indígenas; Oruro difundió un glosario electoral para lograr excelencia en la capacitación a jurados; Cochabamba demostró que la capacitación a coordinadores de notarios es la clave, mostrando una vez más que es uno de los TED más eficientes y transparentes; y Santa Cruz hizo un análisis FODA entre la primera y segunda vuelta que le permitió ajustar tiempos, personal y un presupuesto austero con 29 funcionarios para más de 2 millones de votantes. Aún nos queda conocer y mostrar el trabajo de Tarija, Chuquisaca y Potosí, y estamos seguros que será digno de destacar.
Con seguridad, se puede decir que el trabajo de los TED y de sus técnicos es el engranaje que convierte la voluntad ciudadana en datos, y los datos en resultados fidedignos; es la base que le da legitimidad a un proceso eficiente y transparente. Si en los informes sobresale el TSE, lo justo es darles valor también a esos equipos desplegados en los diferentes territorios, muchas veces sin foco público, pero con un peso decisivo. Este reconocimiento es más que sólo palabras: tiene implicaciones reales para el futuro inmediato porque en la agenda política ya está la elección de los nuevos vocales y porque, más allá de quién ocupe esos cargos, es fundamental que la institucionalidad electoral se robustezca hacia las subnacionales.
Con la convocatoria prevista para marzo de 2026, la capacidad demostrada en la elección nacional debe convertirse en rutina institucional para los procesos departamentales, municipales y regionales. En ese sentido, los equipos técnicos de los TED no pueden verse como personal eventual o de campaña: deben pensarse como parte del sistema, con continuidad operativa, capacitación permanente y motivación para asumir esas elecciones locales y descentralizadas con la misma solidez que en el proceso nacional.
Un sistema electoral creíble y confiable no solo depende de altos cargos o de decisiones estratégicas —que también importan—, sino de cada funcionario, técnica o técnico que capacita, organiza, supervisa el ingreso de datos, revisa inconsistencias o da atención al ciudadano. Si esos engranajes fallan, todo lo demás podría tambalear. Pero si funcionan, la sociedad percibe que hubo logística y que hubo transparencia hasta en los últimos rincones del país.
Pero el tránsito del éxito nacional al nivel subnacional requiere que quienes lideran la institucionalidad electoral —los nuevos vocales del TSE y de los TED- comprendan la importancia del trabajo de los equipos técnicos y asuman un compromiso explícito con la continuidad de la calidad del trabajo electoral. Porque la independencia, la legalidad, la transparencia, la equidad y la eficiencia (los principios que nos motivan) no son un lujo sino una exigencia.
El llamado es claro: la elección de los nuevos vocales del TSE no debe ser solo un cambio de nombres, debe respetar la institucionalidad y ser un salto hacia un sistema que no dependa únicamente de etapas intermitentes, sino de procesos sistemáticos, preparados y coherentes. Es importante que los equipos técnicos de los TED no desaparezcan y que se asegure su presencia permanente, que se garantice su formación, que se les dé recursos, supervisión y la visibilidad que corresponde.
Al César lo que es del César. El trabajo silencioso de los equipos técnicos de los TED debe ser considerado seriamente porque es la garantía para que las elecciones subnacionales mantengan el nivel logrado en el último proceso. Y aunque existe la imperiosa necesidad de contar con vocales probos, idóneos e independientes, está la urgencia de valorar la experiencia y conocimiento de las particularidades regionales que tienen los técnicos que sostienen a los TED y también al TSE. La transparencia, equidad y eficiencia electoral deben convertirse en un hábito, no en la excepción.
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Sandra Verduguez es Comunicadora social, integrante de Observación Ciudadana de la Democracia (OCD).
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