Entre quienes defienden la agroecología y quienes promueven los transgénicos prácticamente no hay puntos de acuerdo, pero ambos piden al Estado encarar una hoja de ruta destinada a garantizar la alimentación de los bolivianos, según se desprende del programa Sumando Voces en Directo, emitido el jueves pasado, donde coincidieron María Julia Jiménez y Rita Saavedra, en representación del Movimiento Agroecológico Boliviano (MAS) y Marín Condori, docente e investigador de la Universidad Gabriel René Moreno.
Ante los constantes pedidos de los agropecuarios cruceños para que el país se abra a los transgénicos, el presidente Luis Arce anunció, en enero pasado, la existencia de una “hoja de ruta” para dar paso a un programa propio de biotecnología.
La noticia cayó muy bien a la agroindustria y por supuesto también a Marín Condori quien, desde hace años, viene experimentando con diversos cultivos, entre ellos la soya, el trigo y ahora la quinua tropicalizada.
En cambio, el movimiento agroecológico demanda exactamente lo contrario. “Lo que necesita la sociedad es que el Gobierno construya con productores y consumidores la hoja de ruta de la agroecología para que de verdad tengamos este camino hacia el alimento sano, el suelo sano, las semillas libres, el agua limpia que nos garantice la vida”, dice María Julia Jiménez.
Condori replica que “es momento de que, como país, hagamos una biotecnología moderna. Que sea un programa made in Bolivia porque existe capacidad técnica, pero lo que nos falta son políticas públicas”. El investigador afirma que un programa de esta naturaleza costaría más de 100 millones de dólares y demandaría unos 18 años.
Rita Saavedra le recuerda a Condori que fue director del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria (INIAF) durante el gobierno de Jeanine Añez, cuando se hicieron los denominados decretos transgénicos, que luego fueron derogados por el presidente Luis Arce, no por voluntad propia, sino por presión ciudadana.
En medio de las posiciones contrapuestas, Condori admite que él prefiere los alimentos sanos, que no hayan sido cultivados con agrotóxicos, pero dice que no alcanzan para alimentar a todos los bolivianos y que son prohibitivos para la mayoría de la gente por su elevado precio.
“Yo estoy a favor de comer alimentos sanos, cero agrotóxicos, es lo mejor que hay, en ningún momento se está diciendo que el orgánico es malo y que lo bueno son los transgénicos. Pero cuál es el problema central de la parte orgánica, que el sistema no se adecua a una agricultura extensiva. Por ejemplo, cómo controlamos con productos orgánicos, bacterias, virus, con qué controlamos”, indica Marín Condori.
El MAB asegura que la agricultura familiar y campesina tiene un rol fundamental en la alimentación de los bolivianos y que, a diferencia de lo que afirma Condori, los precios no son elevados. Lo que sí ocurre, dijeron Jiménez y Saavedra, es que los productores agroecológicos no reciben apoyo estatal para aumentar la producción y para llegar a los consumidores, lo que sí ocurre con la agroindustria del oriente.
“El señor Condori siempre habla de la gran escala, de un país que exporta que importa, pero de dónde vienen nuestras verduras, de dónde viene gran parte de nuestra canasta alimentaria. Estamos combinando lamentablemente con mucho producto importado de contrabando, pero todavía estamos siendo alimentados por la pequeña agricultura familiar campesina, que está en los pueblos sin ningún apoyo de políticas produciendo y llenando nuestras ollas”, indica Jiménez.
Condori rebate esa afirmación indicando que el país demanda 700 mil toneladas de trigo, pero que solo produce 200 mil, mientras que las restantes 500 mil ingresan por contrabando.
Saavedra pone énfasis en los efectos negativos de los transgénicos. “Hay un montón de investigadores independientes que no están pagados por ninguna empresa que han manifestado con solvencia los efectos de los transgénicos y los agrotóxicos porque estamos hablando de un paquete tecnológico que se aplica en la agricultura sobre la salud y sobre el medio ambiente”, indica Saavedra, que es nutricionista de profesión y por tanto trabaja con la alimentación de las personas.
Afirma que “es un mito que un alimento transgénico tenga propiedades similares que un alimento natural, hay muchas diferencias desde el hecho en que se ha alterado su composición genética y que tienen que ver con alteraciones en el funcionamiento metabólico del organismo”. Señala que en Bolivia no existen estudios al respecto, pero que en otros países se han detectado problemas de salud en áreas de cultivos transgénicos.
Condori califica las alertas de Saavedra como subjetividades e indica que el camino para garantizar la soberanía alimentaria del país son los transgénicos.
“Nosotros que estamos en la Academia creemos que es la competencia del Estado decir si este evento que estoy buscando es dañino o es benigno, solo así podemos decir que es malo o no; pero así alegremente hablar que esto es malo, no”, refuta Condori.
Dice que Bolivia “es una isla”, donde el agro tiene que enfrentar a las inclemencias del tiempo, como la sequía vivida en la última campaña de verano, o a las plagas, aspectos que podrían ser superados con la biotecnología.
Frente a esto, ambos sectores piden el concurso estatal. Mientras María Julia Jiménez demanda “apoyo para tener una hoja de ruta agroecológica”, Condori habla de una articulación entre agroecologistas y productores extensivos porque “no podemos seguir dependiendo de tecnología externa. Tenemos que hacerlo nosotros”.
Y ambos aluden a los derechos de la gente. Mientras Marín Condori indica que “el alimento no es un privilegio, el alimento es un derecho”, Jiménez y Saavedra reivindican el derecho a la alimentación, pero sana, libre de transgénicos y de agrotóxicos.
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