A llorar al río

Opinión

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Sumando Voces

Hernán Ávila Montaño

La paralización del congreso del ala evista en Lauca Ñ, por orden de la Sala Constitucional Primera de Santa Cruz, tiene una significación profunda en el contexto político electoral, marca el recambio generacional en el partido más grande del país y quizá el fin de la era Evo.

¿Qué narrativa o argumento usará el expresidente para quienes desde el interior de su propio partido y que, desde hace tiempo, le piden dé un paso al costado y deje la conducción del partido a nuevos liderazgos? Les acusará de imperialistas, k’aras o de traidores como ocurrió hace poco con el dirigente del COB, Juan Carlos Guarachi, quien le aclaró públicamente que, “traidor es quien abandona a su pueblo”, como ocurrió en 2019, cuando renunció a la presidencia y se fugó al exterior.

Esta vez, no cuenta ni con la credibilidad, ni con el respaldo con el que gozaba en sus primeros años de gobierno, cuando fácilmente anuló cualquier posibilidad de liderazgo que representó riesgo al suyo, como lo hizo con Roman Loayza, Alejo Veliz o el mismo Filemón Escobar. Ni cuenta con el aparato del Estado para neutralizar a otros como lo hizo con Damián Condori que tuvo que pagar dos años de cárcel el habérsele parado en frente.

Todo indica que la era de Evo ha llegado a su fin, aunque sabemos bien que no del “evismo”, dado que el evismo es un modelo nefasto de gestión del poder que se ha ido enraizando en la cultura política de la sociedad boliviana y que es muy bien reproducida y alimentada por el ala “arcista” de los denominados “renovadores”.

El evismo se alimenta de la división e instrumentalización de las organizaciones sociales para usar sus símbolos y narrativas vaciándolas de contenido; que usa la confrontación y polarización social como estrategia para invisibilizar los problemas estructurales de la pobreza, el desempleo, la contaminación ambiental, etc. Controla todos los poderes del Estado, debilitando la institucionalidad, donde el Órgano Electoral como el Órgano Judicial son instrumentalizados partidariamente para eliminar a los adversarios. El evismo, hoy en día, se sustenta en poderosos sectores políticos y económicos vinculados al contrabando, la informalidad, la toma y avasallamiento de tierras o la explotación de oro que de forma legal o ilegal están generando terror en comunidades indígena originarias del norte de La Paz y contaminando las fuentes de agua, destruyendo la biodiversidad y los medios de vida de pueblos indígenas amazónicos.

Evo y su cúpula, muchos de los cuales aparecieron en Lauca Ñ, fueron los principales responsables del extravío y destrucción del “proceso de cambio” al haberle arrebatado a las organizaciones sociales del ahora desdibujado “Pacto de unidad” su independencia y con ella, cualquier capacidad de crítica o autocrítica, un factor fundamental para profundizar el proceso de transformaciones con el que nació el proyecto político del MAS-IPSP. Lamentablemente, los denominados renovadores no representan una alternativa de reconducción del viejo proyecto pluralista comunitario que saque a Bolivia de los últimos sitios en materia de desarrollo, transparencia o respeto a los derechos humanos, sino la reproducción burda del evismo.

Por su lado, la oposición de la vieja derecha conservadora celebra este circo pensando que tendrá oportunidades de hacerse con el control del poder, con el riesgo de reditar lo que ocurriera por varios meses después de la fuga de Evo, gobernar sin proyecto ni respuestas a la dramática situación del país, mientras tanto, las y los bolivianos seguimos esperando respuestas y acciones concretas frente a la crisis económica, la corrupción y el desempleo.

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Hernán Ávila Montaño es sociólogo y trabaja con los pueblos indígenas.

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