“¡A fusilarlos!”

Reportajes

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Rodolfo Huallpa

Esta investigación de la revista Lo Que Se Calló se realizó en el marco del taller virtual “El periodismo como ejercicio de defensa de derechos” (2da versión) que realizó la red UNITAS con el apoyo financiero de la Unión Europea y en coordinación con la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB) y el coauspicio de FUNDAMEDIOS de Ecuador, dentro del proyecto “Sumando Voces Multiplicando Acciones: Las Organizaciones de la Sociedad Civil defensoras de derechos y redes de prevención y protección de grupos específicos en Bolivia”. El reportaje también lo puede ver en este enlace.

Además de los libros testimoniales de Inti y Chato Peredo, o de Jorge Omar Ruiz Paz y Rubén Oswaldo Cerdat, entre otros, los militantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) no suelen escribir textos sobre su trayectoria personal o familiar. Hoy tenemos a mano una excepción, unas líneas escritas por dos relevantes miembros de dicha organización: Nancy Olguín, Mirtha, y Emilio Alé, El Zurdo.

Esta pareja matrimonial nos entrega la carta que dirigieron a sus hijos, Nancy y Emilio, con énfasis en los hechos que les tocó vivir antes, durante y después del Golpe del 21 agosto de 1971 en el cerro Laikakota y otros escenarios.

Mirtha, según los desclasificados archivos reservados del Servicio de Inteligencia del Estado (SIE), era considerada la sucesora de Támara Bunke Bider, Tania, la combatiente alemana-argentina, compañera de lucha de Ernesto Che Guevara en la guerrilla de Ñancahuazú; a su vez, El Zurdo figura —en los documentos citados—como protagonista de varias acciones subversivas.

Lo que sigue es el testimonio de Nancy Olguín —fallecida hace dos años y medio— y de Emilio Alé, actualmente afectado por una enfermedad terminal:

Nancita y Campeón, hijos queridos:

Hoy, después de mucho tiempo, quiero contarles lo que pasó un 21 de agosto de 1971, día negro en la historia de Bolivia. Ustedes deben saber que mamá y papá quisieron ser guerrilleros, y en esa época fuimos militantes del ejercito del Che, militantes del ELN. Ustedes ya conocen que un guerrillero es un defensor social, el que pelea con armas por la patria contra la opresión, contra una dictadura militar; es un revolucionario político, es un patriota que lucha por la justicia social, es decir luchamos por causas justas.

En ese período los partidos políticos estaban corroídos por la corrupción; la descomposición social y el robo estaban instituidos. Los jóvenes nos debatíamos en la incertidumbre, en un vacío político muy grande, sin orientación y ante la asomada de un Golpe fascista militar, respaldado por el MNR, de Víctor Paz, y la FSB, de Mario Gutiérrez. En rechazo al fascismo, los jóvenes nos organizamos y tuvimos reuniones con varias organizaciones sindicales, barriales y políticas, además de un pequeño sector del Ejército. Buscamos armas, las confiscamos y las distribuimos entre los patriotas.

Cuando llegó el fatídico, nefasto y fatal 21 de agosto de 1971, con la mamá, muy temprano, salimos de la casa en dirección al estadio, donde una multitud de pueblo luchaba con muy pocas armas en inmediaciones del Estado Mayor del Ejército, donde se concentraban los militares golpistas y fascistas. Contra ellos lanzábamos piedras y palos, y ellos nos respondían con balas y granadas.

De pronto, una voz provocadora dice: “Hay armas en el Ministerio de Defensa, allí están repartiendo armas al pueblo”. Nosotros no lo creímos y tratamos de prevenir al resto, por ello nos dirigimos hacia la plaza Abaroa. Tardamos en llegar por las barricadas y cuando lo hicimos vimos gente herida en el suelo, sangrando, pidiendo socorro, llamando a la Cruz Roja. Los golpistas les disparaban cuando la gente se acercaba confiada al Ministerio, es difícil precisar cuántos heridos había y cuántos murieron. Nosotros ayudamos en lo que pudimos.

Luego, cuando nos dirigíamos a Obrajes a cumplir con nuestras responsabilidades, y al llegar al puente, nos chocamos con una barricada que no era de las nuestras. Alguien grita “¡son guerrilleros, son del ELN!”, nos identifican y nos toman presos. La barricada era de militares vestidos de civil. Otro ordena: “¡A fusilarlos!”, y nos bajan al río Choqueyapu. Nos apuntaban con todo tipo de armas para asesinarnos, pero justo aparece alguien y dice: “Paren, paren, los conozco hay que llevarlos presos al Colegio Militar”.

Presos en el Colegio Militar, fuimos sometidos a golpes y amenazas, nos hacen miles de preguntas. Con estoicismo, soportamos el interrogatorio. Debo contarles que nada lograron arrancarnos de lo mucho que sabíamos de nuestra organización, aunque para el interrogatorio estuvo presente la cúpula fascista del Golpe.

En la noche, ordenan nuevamente que nos fusilen. Entonces, con un recipiente de agua bendita en las manos, se acerca el capellán para darnos la extremaunción. Es difícil expresar lo que se siente en esos momentos, pero con seguridad, les digo, que mamá y papá estaban firmes y seguros, identificados con la lucha que emprendieron, la ideología que nos sustentaba y conscientes de que la causa era la justa, correcta; cualquier cosa puede pasarle al hombre, pero claudicar, traicionar, delatar, nunca jamás.

Esto fue lo que nos pasó. Deben saber que ese 21 de agosto de 1971, día del Golpe militar fascista banzerista, fueron miles los tomados presos y muchos los que murieron resistiendo a la dictadura, al fascismo. Nancita y Campeón, hijos queridos, ¡nunca más el fascismo!

Papá Emilio Alé M.

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