Caros Derpic
Uno de los temas que está ocupando la atención de la población boliviana durante estos días es la relativa al proyecto de ley Nº 395, de “Modificación a la Ley de Pensiones”, dentro del cual, de contrabando y a manera de disposición transitoria, se quiere incluir la obligatoriedad de la jubilación a los 65 años, excepto para los políticos que son eufemísticamente encubiertos bajo la denominación de “autoridades electas, designadas y de libre nombramiento” (dicho sea de paso, no hay “autoridades de libre nombramiento”, sino “servidores públicos de libre nombramiento”).
Quien ha enviado y remitido a la Asamblea Legislativa Plurinacional el mencionado proyecto, es nada menos y nada más que el autodenominado “gobierno de la industrialización con sustitución de importaciones”, el mismo que se autocalifica como gobierno de los pobres y los indefensos, que respeta y venera a la Pachamama, presidido por Luis Arce, a quien de vez en cuando se le escapan exabruptos como aquel que llegaron vacunas contra la covid para el pueblo y no para la oligarquía.
Ronald Nostas Ardaya, ex presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), ha escrito hace unos días una columna que se ha publicado en varios diarios del país, expresando su sincera preocupación por esta barbaridad. En tono sereno y apoyado en datos reales señala, entre otras cosas que, de aprobarse esta medida, “se pondrá en peligro inmediato a casi 10.000 adultos mayores registrados en el Sistema Integral de Pensiones, que tienen 65 años o más y que continúan trabajando (incluyendo a personal de salud, maestros y docentes universitarios) pero sobre todo arriesgará el futuro de cientos de miles que se desempeñan fuera del sistema y, obviamente limitará al extremo la posibilidad de que quienes alcancen esa edad puedan ser contratados en cualquier entidad”. Hace también referencia al carácter discriminatorio que de inicio tiene el proyecto, cuando excluye de sus alcances a los políticos; carácter al cual habría que agregar el carácter inmoral de semejante pretensión, aunque al MAS y a sus gobiernos, la moral les importe un comino.
Veamos, sin embargo, otros aspectos de la situación de los adultos mayores y sus posibilidades de continuar contribuyendo de manera eficaz y eficiente a muchísimas actividades del país.
Es verdad que, con el paso de los años, disminuyen muchas aptitudes físicas. El sentido de la vista suele mermar de manera evidente, al punto que, a partir de cierta edad, no hay prácticamente ser humano que no se vea obligado a utilizar lentes, si es que puede adquirirlos, claro está (¡Caramba, es una pena que hasta ahora no somos como Suiza!). El sentido del oído también suele verse afectado, lo mismo que las posibilidades para caminar velozmente, levantar pesos, practicar atletismo o diversos deportes como fútbol, básquet, tenis y otros similares.
Pero, por otro lado, los adultos mayores adquieren otras capacidades de las que carecían cuando eran jóvenes. Paciencia y serenidad, antes desconocidas para muchos, comienzan a formar parte de su personalidad. Ni qué decir la experiencia que, con el paso de los años, aumenta sin que haya fuerza alguna capaz de detenerla. Este conocimiento practognótico es base fundamental para la solución de infinidad de problemas y no puede ser ignorado o despreciado por el conocimiento científico ni filosófico.
“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, dice el refrán. Y efectivamente es así.
¿Cuántos docentes están en condiciones de dictar clases amenas y llenas de sabiduría teórica y práctica? ¿Cuántos abogados pueden asesorar serena y sabiamente con ventaja sobre quienes recién se inician en la profesión? ¿Cuántos problemas se solucionan o se evitan por los consejos que dan los adultos mayores?
En la homilía de la misa para la III Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, celebrada en 2023, el papa Francisco dijo: “Los abuelos y los ancianos son ‘raíces que los más jóvenes necesitan para llegar a ser adultos’”, y exhortó a que ancianos y jóvenes crezcan juntos para construir una sociedad fraterna.
Así debería ser, pese a los “revolucionarios” azules y a la opinión de ciertas autoridades religiosas que reniegan de las palabras del papa cuando les conviene.
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Carlos Derpic es abogado.
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