Fabian Choque sostiene la Ley que garantiza la autonomía de Challa. Fotos: Yenny Escalante/Sumando Voces
El domingo amaneció frío en Challa, pero antes de que el sol tocara los techos de calamina, ya había movimiento en las casas dispersas entre los ayllus Aransaya, Urinsaya y Majasaya. Desde lejos, el humo de las cocinas anunciaba que algo grande se preparaba. Las mujeres pelaban papa en silencio, con el ritmo aprendido de generaciones; otras removían el chuño que hervía en grandes ollas. Otras, acomodaban flores frescas, enlazando guirnaldas que más tarde colgarían del cuello de las autoridades.
Los hombres, mientras tanto, inflaban globos con la ayuda de los niños. Era un trabajo sencillo, pero simbólico: cada globo agregaba un color más a la celebración por la aprobación de la Ley 1689, la norma que reconoce oficialmente la autonomía indígena originaria campesina de Challa después de más de diez años de lucha. La emoción andaba suelta por los caminos.

A las diez en punto, el salón del edificio municipal —que pronto dejará de ser alcaldía— estaba tan lleno que varias personas escuchaban desde afuera, pegadas a la puerta. Adentro, las autoridades de todos los ayllus trataban de hacerse un espacio mientras saludaban a los representantes de organizaciones que acompañaron este proceso por más de una década. Entre ellos estaba Fabián Choque, uno de los líderes más respetados del territorio y una de las voces centrales del día.
Cuando empezó a hablar, el murmullo cedió. Fabián habló sin prisa, como quien sabe que lo que dice marcará un antes y un después. “Hoy estamos felices. Más de siete mil habitantes hemos cumplido un objetivo que parecía lejano”, comenzó. Pero su tono cambió cuando habló del desafío que los esperaba: “Y ahora viene lo más difícil: no participar más en las elecciones subnacionales y, en cambio, elegir a nuestras propias autoridades según nuestras normas y procedimientos”.
La autonomía no es solo un papel, sino una responsabilidad inmediata: construir su propio gobierno antes de que el calendario estatal avance.

El gobernador de Cochabamba, Humberto Sánchez, dijo en su intervención que el gobierno departamental acompañará la transición, pero advirtió sobre prioridades concretas: “Lo primero es asegurar saneamiento básico, educación, agua potable y salud; después vendrán las obras. Acompañaremos técnicamente para que la autonomía funcione, no para que reproduzca errores”. Su mensaje apuntó a combinar apoyo estatal con respeto por los tiempos y prácticas del pueblo.
Las mujeres bartolinas, sentadas en la primera fila, escuchaban con el ceño firme. Una de ellas, Florencia Colque, exestatuyente y presidenta del Distrito Challa, tomó la palabra más tarde para recordar que la autonomía también significa incluirlas. “También nosotras vamos a estar ahí —dijo—. No solo es para los hermanos. Algún día una mama pushta (lo que equivaldría a una alcaldesa originaria) será elegida, y nos vamos a preparar para eso”.
En Challa el tiempo apremia. El reto es nombrar a su gobierno originario antes de las próximas subnacionales. Si no lo hacen, deberán participar del proceso electoral estatal como un municipio más, algo que contradice la razón misma de la autonomía.

El acompañamiento de las organizaciones
Walter Limache, coordinador del Programa NINA de la Red UNITAS, subrayó la necesidad de asesoría y acompañamiento sostenido: “Hemos venido acompañando este proceso desde sus inicios. Ahora toca consolidar capacidades para la gestión pública autónoma: planificación participativa, manejo de recursos y formación en gobernanza”. Limache insistió en que el acompañamiento no debe ser vertical sino orientado a fortalecer las capacidades de las bases.
El aporte técnico tuvo también una nota concreta. Freddy Villagómez, técnico de CENDA, se centró en los retos administrativos y legales: “La promulgación de la ley cierra una etapa legal; la siguiente exige ordenamiento territorial, catastro y mecanismos claros para la transferencia de bienes y recursos. Sin bases técnicas firmes, cualquier intento de autogobierno quedará en buenas intenciones”. Villagómez pidió plazos realistas y apoyo técnico específico para evitar improvisaciones.
Las organizaciones que apoyaron el proceso son: el Programa NINA de la Red UNITAS, CENDA, CIPCA, la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) y Comuna.

El alcalde saliente de Tapacarí, Bernardo Mamani, manifestó su disposición a facilitar la transición: “Apoyaremos en lo que haga falta para que el traspaso de bienes y responsabilidades sea transparente. Esta es una oportunidad para que Challa demuestre que puede gobernarse a sí misma con orden y participación”. La cooperación local resulta clave para evitar conflictos en el proceso administrativo.
Cuando terminó la sesión, pasado ya el mediodía, toda la comunidad se volcó al camino principal para el desfile. Desde el palco, las autoridades —las que están por salir y las que todavía no saben si entrarán— aplaudían el paso de cada región. Pasó Aransaya con sus estandartes; luego Urinsaya con sus músicos; después los jóvenes de Majasaya con sus banderas tricolores y wiphalas agitándose al viento.

Entre la música de las moceñadas, pinkilladas y el golpe de los tambores, una frase se repetía en los altavoces: “Con esta ley nos declaramos gobierno autónomo originario de Challa. ¡A festejar, hermanos!”. Y la gente festejó.
Ya caída la tarde, cuando los últimos challeños se dispersaban y el eco del festejo se perdía entre los cerros, volvió la sensación que acompañó toda la jornada: la autonomía está lograda, pero no está completa. Lo que viene ahora es lo más importante. En las próximas semanas, los ayllus deberán ponerse de acuerdo, convocar reuniones, elegir a sus autoridades y demostrar —en la práctica, no en el discurso— que pueden autogobernarse.
La fiesta terminó. El desafío apenas comienza. En Challa, la autonomía no es un destino: es una tarea urgente. Y el tiempo para cumplirla ya está corriendo.




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