Desastres en América Latina. Foto: SciDev.Net
En su segunda jornada, la COP30 avanza en Belém, Brasil, con una agenda marcada por la urgencia de fortalecer la resiliencia climática en regiones cada vez más golpeadas por tormentas, inundaciones e incendios. La aprobación por consenso de la agenda de trabajo, un hecho que no se lograba en cuatro cumbres anteriores, abrió un clima de optimismo, pero también dejó claro que el reto principal ya no es solo reducir emisiones, sino adaptarse a un planeta que cambia más rápido de lo previsto.
En los pasillos del evento, según reporta France 24, la palabra más repetida es “adaptación”. El concepto ha pasado a ocupar un rol central ante la incapacidad de los países de contener suficientemente las emisiones que impulsan el calentamiento global. Las sequías en América del Sur, los tifones en Asia y los incendios forestales que arrasan zonas rurales de Brasil y Argentina son una advertencia de que los impactos del clima extremo ya son una realidad cotidiana.
Un informe reciente de la ONU calcula que los países en desarrollo necesitarán hasta 310.000 millones de dólares anuales para 2035 con el fin de prepararse frente a los efectos del cambio climático. Sin embargo, aún no se ha definido de dónde saldrá ese dinero. Diez de los principales bancos de desarrollo del mundo anunciaron su compromiso de mantener el apoyo financiero, canalizando más de 26.000 millones de dólares en 2024 hacia economías de ingresos bajos y medios.
Pese a ello, expertos citados por France 24 advierten que la financiación privada sigue rezagada, representando solo el 3% de los fondos para adaptación. “Necesitamos recursos que lleguen directamente a las comunidades locales que están liderando la respuesta”, afirmó David Nicholson, director de clima de Mercy Corps.
Mientras se desarrollan las negociaciones, los desastres climáticos siguen cobrando factura en la región. Jamaica estima pérdidas equivalentes a un tercio de su PIB tras el huracán Melissa, mientras que Brasil continúa enfrentando las consecuencias de inundaciones y olas de calor extremo. Estos fenómenos están aumentando en frecuencia e intensidad, generando impactos no solo ambientales, sino también económicos y sociales.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, presente en la ceremonia inaugural, destacó la necesidad de que los países latinoamericanos adopten un enfoque común en materia de resiliencia y justicia climática. “No se puede hablar de futuro sostenible mientras millones de personas pierden sus hogares y su trabajo por las inundaciones y el calor”, señaló.
Entre las iniciativas que se discuten en la COP30 figura la creación de un Instituto de Inteligencia Artificial para el Clima, que busca aplicar tecnología avanzada para mejorar la predicción de fenómenos meteorológicos y fortalecer la planificación urbana y agrícola.
La discusión en Belém deja claro que el cambio climático ya no es un escenario futuro. Los países, especialmente los más vulnerables, se enfrentan a un dilema urgente: invertir en adaptación o asumir pérdidas crecientes.
En su segundo día, la COP30 se perfila como un punto de inflexión: un llamado a que la adaptación deje de ser una promesa y se convierta en una política real, financiada y medible, antes de que los costos humanos y económicos del clima extremo sean irreversibles.
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