Sumando Voces
Los jóvenes de los 70 levantaban el puño en alto, seguían el Che, blandían banderas rojas y se inspiraban en Marx. Los de hoy, en cambio, se inspiran en Greta Thunberg, enarbolan banderas de colores, se cuelgan el pañuelo verde en el cuello y toman las calles por el medio ambiente, los animales y la equidad de género.
Los adultos de antes y de ahora, no los consideran sujetos, los invisibilizan, no les dan oportunidades laborales y hasta los estigmatizan llamándolos la generación de cristal, lo que implícitamente puede entenderse como debilidad y no como sensibilidad, que es lo que ellos reivindican.
Esas y otras ideas sobre la situación de los jóvenes fueron vertidas la semana pasada en el conversatorio “Ciudad Joven”, organizado por el programa Urbano de UNITAS, que tuvo como panelistas al cientista jurídico Yerko Ilijic y el biólogo y ambientalista Juan Orgaz. El coordinador del Programa, Dino Palacios, participó también con una ponencia y el evento contó con la moderación de Iris Baptista, coordinadora del programa Equidad para el Desarrollo de UNITAS.
Yerko Ilijic arrancó el conversatorio cuestionado las “narrativas estigmatizadoras” y la “indiferencia funcional hacia las juventudes”, que tiene su origen en un adultocentrismo incapaz de generar políticas públicas a favor de los jóvenes.
Para las fuerzas del Estado, en la visión de Ilijic, los jóvenes “son sujetos de indiferencia funcional” porque “son igual a deserción escolar, consumo de drogas, desempleo, escasez de vivienda, problemas intrafamiliares, sexualidad”.
Y, por eso, el Estado, cuando de jóvenes se trata, sólo se enfoca en sus actividades comprendidas entre viernes y domingo, es decir, aquello que tiene que ver con la diversión y, en consecuencia, la contención policial.
La respuesta “es un programa cultural con contención policial. Las juventudes vuelven a ser contenidas en una narrativa estigmatizante de que son gente que se divierte, con un grado de diversión extremo en la violencia”, indica Ilijic.
Esto, según el analista, no tiene nada que ver con la realidad de los jóvenes que, por contrario, están inmersos en activismos y ciclos políticos importantes.
Cita tres ejemplos: las insurrecciones populares juveniles que generaron cambios importantes en Chile, Colombia, Perú e incluso en Bolivia en 2019, las reivindicaciones de los movimientos de jóvenes feministas que, desde la movilización callejera, hacen un marcaje al adultocentrismo; y los rolezinhos, que surgieron en Brasil en 2014 y que son grupos de jóvenes de escasos recursos que irrumpen en shoppings, pero que no están allá para comprar, sino para hacer notar su presencia.
Juan Orgaz, del colectivo Movimiento Propacha, también destaca los activismos juveniles a partir de las preocupaciones por la cuestión ambiental, las desigualdades de género y las desigualdades sociales.
En ese contexto, ocurre el encuentro entre jóvenes del campo y de la ciudad. Los primeros llegan a las ciudades en busca de oportunidades, pero lo hacen sin desconectarse de la naturaleza y la tierra. Una vez en la urbe, se encuentran con los jóvenes de la ciudad, que ahora tienen las mismas preocupaciones de defensa del territorio y el medio ambiente.
Pero, la realidad en las ciudades también revela problemáticas estructurales como la falta de oportunidades y ausencia de políticas para atender a la juventud.
Dino Palacios aporta que los jóvenes y las ciudades son invisibles. “Los jóvenes son no personas, no sujetos, no ciudadanos, son igual que los niños, igual que las mujeres, los pueblos indígenas, son ciudadanos a medidas, sujetos a medidas, ciudadanos a medias”.
Palacios aclara que este patrón no es exclusivo del capitalismo y de los tiempos modernos, sino que incluso en las culturas preocoloniales no existía la noción de niñez o juventud. De hecho, indica, en las poblaciones indígenas el joven se convierte en sujeto al ir al cuartel o al juntarse con su pareja.
Lo mismo ocurre, según dice, con las ciudades. Tal es así que la Constitución tiene un único artículo “que hace referencia al tema de manera marginal, no hay una política pública de ciudades, no hay una temática urbana asentada”.
¿Pero quiénes son los jóvenes hoy?
Palacios recuerda que el símbolo de su generación era la tríada de “sexo, drogas y rock and roll”, pero que en la actualidad los intereses han cambiado por el yoga, el veganismo y la meditación.
En lo político, el “patria o muerte” era la bandera ideológica de aquella generación, mientras que ahora los jóvenes se mueven en las causas ambientales, el animalismo o el veganismo.
“A partir de esa figura nos enfrentamos a grupos juveniles organizados, pero no se organizan en partidos políticos o células, o para leer el manifiesto comunista, sino que se organizan en grupos de voluntariado que se mueven en redes, son activistas de diferente naturaleza (…) y terminan realizando procesos de transformación significativos”.
Por eso, explica, se los bautizó como la generación de cristal, “porque el criterio de comparación es nuestra generación, la del puño en alto”.
En la misma línea, Yerko Ilijic habla de “la transición del Che a Greta”, en referencia a la ambientalista que ha provocado un movimiento mundial de niños y jóvenes en contra del calentamiento global. “Ambos son representativos de dos generaciones de juventudes que han logrado transformaciones radicales”, dice.
En la busca de una definición del ser joven, Ilijic dice que antes para obtener el reconocimiento había que hacer algo deslumbrante o heroico, como ser un gran rockero, pero hoy se trata de “no tener vergüenza, no tener miedo escénico, agarras tu cámara, haces un live (…) y desde ahí generas algún tipo de reconocimiento y validación”.
Juan Orgaz repara en un cambio de paradigmas. Explica que hasta hace unas dos décadas los jóvenes apuntaban a formar una familia con hijos, pero ahora son cada vez menos los jóvenes que quieren tener hijos, lo que está asociado a la “ecoansiedad”, es decir, la ansiedad causada por los temas ambientales, como la posible escasez de agua.
En los económico, los jóvenes de antes buscaban el ascenso social, mientras que los actuales logran apenas ingresos mínimos, pese a tener educación muy especializada, opina Ilijic. Esta realidad avisora un futuro de indigencia cuando estos jóvenes lleguen a ser ancianos.
Por eso, reniega de la respuesta del Estado que, insiste, se reduce a “entretenimiento y control policial durante el fin de semana”.
Frente a esta realidad, Orgaz propone el diseño de políticas públicas para reconocer y consolidar a las juventudes como sujetos de derecho, la incorporación de jóvenes en espacios de toma de decisión a partir del reconocimiento de sus capacidades y que los actores sociales generen sus propios mecanismos de ingresos y fuentes de trabajo.