Observaciones al debate vicepresidencial

Opinión

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Juan Pablo Marca

Desde el enfoque metodológico, la organización y el desarrollo del debate entre los candidatos a la vicepresidencia, realizado el domingo 5 de diciembre en Bolivia, fueron deficientes y poco productivos. El formato, estructurado en torno a cinco ejes temáticos, no permitió profundizar en las propuestas ni cuestionar de manera efectiva las ideas de Juan Pablo Velasco y Edman Lara. Esta evaluación es compartida por varios politólogos que analizaron el evento. Asimismo, el rol de los periodistas fue limitado y marcado por cierto nerviosismo: algunos se trabaron al hablar y se observaron algunas pequeñas fallas de coordinación durante sus intervenciones.

El diseño del debate fue limitado. Cada candidato expuso sus ideas dentro del eje temático correspondiente, pero no existió un espacio real para el cuestionamiento ni para el contraste de argumentos por parte de los moderadores. No solo faltó profundidad en las preguntas, sino también mayor protagonismo de los conductores en la conducción y dinamización del intercambio. En este sentido, el Tribunal Supremo Electoral debe asumir un rol más proactivo para asegurar que los próximos debates cumplan con estándares mínimos de calidad democrática.

En cuanto al desempeño personal y la imagen proyectada por ambos candidatos, cabe señalar que en varias ocasiones recurrieron a sus apuntes para responder o formular preguntas, lo cual afectó la fluidez de sus intervenciones.

Juan Pablo Velasco intentó posicionarse como defensor de la inversión privada y propuso la eliminación del Banco Central. Sin embargo, su participación estuvo marcada por un tono defensivo, centrado en responder a las acusaciones de Edman Lara, especialmente aquellas referidas a sus tuits y su presunta vinculación con el caso del Banco Fassil. En varios pasajes se mostró nervioso y con escasa seguridad al momento de replicar. Aunque apeló a la ironía —llamó “Evo” a Lara en al menos dos ocasiones, tal vez como lapsus o como estrategia de sarcasmo—, también lo tildó de “p’aqpaku”, en alusión a la insistencia de su oponente en exigir explicaciones sobre sus mensajes racistas.

Por su parte, Edman Lara buscó proyectarse como un férreo luchador contra la corrupción y, hacia el final del debate, trató de asociar su imagen con la del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Arrancó con una patada voladora, exigiendo a Velasco que se disculpara públicamente por sus tuits. También cuestionó que su propio candidato presidencial lo haya presentado como un experto en tecnología, cuando ni siquiera puede explicar el manejo de su cuenta personal. Además, acusó a Velasco de haberse beneficiado del desfalco del Banco Fassil.

En términos generales, Lara se mostró más seguro y logró un mejor manejo de las réplicas; sin embargo, desaprovechó momentos clave que podría haber usado para desarrollar con mayor claridad sus propuestas de gobierno.

Uno de los momentos más reveladores del debate —en lo que respecta al desconocimiento de la realidad nacional— se produjo cuando Edman Lara anunció que haría una “pregunta bien obvia” y consultó a Juan Pablo Velasco cuántas naciones y pueblos están reconocidos por la Constitución. Velasco, con evidente seguridad, respondió que eran 36. Lara asintió y dio por válida la respuesta, sin ahondar en el tema ni cuestionarla.

Lo verdaderamente relevante habría sido que alguno de los dos mencionara al menos siete pueblos indígenas concretos, y, mejor aún, que aportara algunas de sus características o contextos socioculturales. Es probable que, de haberse invertido los roles, Lara tampoco hubiera sabido responder. Este episodio dejó en evidencia que ninguno de los dos distingue con claridad entre idiomas y pueblos indígenas. El artículo 5 de la Constitución reconoce 36 idiomas oficiales, pero esa cifra no corresponde al número de naciones o pueblos indígenas reconocidos. De hecho, según el Censo 2024 —en el apartado de autoidentificación—, en Bolivia existen más de 55 pueblos indígenas, tanto de tierras altas como de tierras bajas. Este dato deja en evidencia el conocimiento superficial que ambos candidatos tienen sobre la diversidad cultural del país.

Un punto llamativo del debate fue la coincidencia entre ambos candidatos respecto a la necesidad de abrogar las leyes que promueven los incendios forestales, así como la propuesta de tipificar estos hechos como delitos. No obstante, sus programas de gobierno no plantean alternativas al modelo extractivista vigente. Por el contrario, ambos respaldan la expansión de la frontera agrícola —como reconoció el propio Velasco citando a la CAO— y también de la actividad minera, pese a los impactos ambientales negativos, como la contaminación con mercurio.

Aunque tanto Libres como el PDC hacen referencias generales a los pueblos indígenas en sus propuestas programáticas, en los hechos coinciden en mantener —e incluso profundizar— el modelo económico primario-exportador y extractivista, que ha causado un impacto considerable en los territorios indígenas. Esta contradicción también se refleja en sus agendas políticas: tanto Rodrigo Paz como Jorge Tuto Quiroga asistieron con evidente compromiso al foro empresarial organizado por CAINCO el 17 de julio en Santa Cruz, pero no participaron en el Foro Nacional Tierra, Territorio y Medio Ambiente, convocado por organizaciones indígenas y de la sociedad civil, que se llevó a cabo el 30 de septiembre y 1 de octubre en la misma ciudad.

Finalmente, en cuanto a quién tuvo un mejor desempeño, y pese a los múltiples vacíos del debate, puede afirmarse —parafraseando al politólogo Carlos Guzmán— que estas instancias se asemejan a una pelea de boxeo: gana quien sale menos golpeado. En ese contexto, Edman Lara habría logrado un desempeño más sólido, alineado con su estrategia de campaña para consolidar a sus simpatizantes e intentar captar el voto indeciso.

Esperamos que el próximo debate presidencial entre Rodrigo Paz y Jorge Tuto Quiroga, previsto para el domingo 12 de octubre, sea más estructurado, incisivo y sustancial, tanto en la calidad de las preguntas formuladas por los moderadores como en la profundidad del intercambio entre los candidatos.

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Juan Pablo Marca es politólogo e investigador social.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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