Estudiantes del CEA Toracarí. Foto: Estanislao Velasco
A 3.000 metros sobre el nivel del mar, en un valle frío y agreste de la provincia Charcas, en Potosí, un grupo de niñas, niños y adolescentes, e incluso padres de familia, vive una experiencia educativa distinta. En el internado Comunidad Educativa Agroecológica (CEA) Toracarí, no solo aprenden matemáticas o literatura: también se visten con trajes protectores, abren colmenas y descubren el valor de las abejas para su alimentación y su futuro.
El proyecto de producción apícola nació en 2023 como una iniciativa pequeña pero ambiciosa, presentada por el agrónomo Estanislao Velasco Vargas, con el respaldo de la institución K’anchay y el apoyo de la Red UNITAS y el financiamiento del Fondo de Pequeños Proyectos de Pan Para el Mundo. En poco tiempo, se convirtió en un motor de aprendizaje, nutrición y emprendimiento.
“Este proyecto ha servido como un espacio de enseñanza y aprendizaje tanto para estudiantes como para padres de familia”, cuenta Velasco.

Durante un año, 20 estudiantes —entre 8 y 17 años, hombres y mujeres— se capacitaron en módulos de apicultura: manejo de colmenas, cosecha de miel, extracción de propóleo y producción de derivados. A ellos se sumaron 10 padres de familia, que participaron de las prácticas y encontraron en este proyecto la posibilidad de mejorar el manejo de colmenas en sus comunidades.
El internado alberga a 70 estudiantes de distintas comunidades del distrito indígena Toracarí, municipio San Pedro de Buena Vista. Allí, la miel no es solo un producto para la venta: se ha integrado en la dieta diaria de los estudiantes, fortaleciendo su alimentación en épocas de frío y convirtiéndose en un símbolo de autosuficiencia.
“Antes no teníamos acceso a la miel en el internado. Ahora forma parte de la alimentación de los estudiantes. También hemos obtenido la cosecha de propóleo, con eso elaboramos el extracto de propóleo, que es un antibiótico natural que nos sirve para curarnos en invierno, para mejorar nuestras defensas”, explica Velasco.

En su primera gestión, el proyecto logró cosechar más de 100 kilos de miel, de los cuales un 30% se destinó al consumo interno y el 70% se comercializó en ferias locales, donde la producción se agotó rápidamente. La aceptación del producto no solo trajo ingresos, sino también orgullo para los estudiantes, que se sintieron capaces de aportar algo valioso a su comunidad.
La apicultura también generó beneficios indirectos: la polinización de las abejas mejoró la producción de manzanas, hortalizas y frutales que se cultivan en las parcelas de la CEA Toracarí, fortaleciendo el modelo de educación agroecológica que caracteriza a la institución.
Los días 25 y 26 de junio, en Sucre, Estanislao Velasco Vargas participó del Encuentro de Intercambio de Proyectos FPP 2022 – 2025 organizado por la Red UNITAS, donde participaron casi 60 representantes de distintos proyectos financiados por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de Pan Para el Mundo.
Un proyecto con futuro
Aunque la ejecución formal concluyó en julio de 2024, el trabajo continúa. Velasco, junto a otros educadores, asumió el reto de dar seguimiento al proyecto, capacitarse en técnicas apícolas y transmitir esos conocimientos a nuevas generaciones. “Queremos que los estudiantes no solo aprendan aquí, sino que lleven este conocimiento a sus comunidades. Ese es el verdadero valor de este proyecto”, asegura.
«Con la implementación de este pequeño proyecto en el internado, ha servido como un espacio de enseñanza aprendizaje, donde hemos apoyado a los estudiantes y padres de familia con las prácticas en la apicultura, para que les permita mejorar la producción en sus comunidades también», sostuvo Velasco.

La experiencia ha impactado directamente en 20 estudiantes y 10 padres de familia, y de manera indirecta en los 70 jóvenes que viven en el internado. En una región donde los recursos son escasos y la logística complica el acceso a mercados y servicios —la ciudad más cercana es Cochabamba, a 200 km—, cada iniciativa productiva marca la diferencia.
Hoy, entre colmenas y flores, los niños y jóvenes de Toracarí han encontrado un motivo de orgullo: saben producir su propia miel, cuidar a las abejas y, sobre todo, valorar la importancia de aprender de la tierra y del trabajo colectivo. La CEA Toracarí demuestra que la educación puede ir más allá del aula, sembrando conocimientos que alimentan, curan y generan oportunidades.



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