Trabajadoras de aseo urbano de El Alto. Foto: Oxígeno Digital
Las trabajadoras de aseo urbano de El Alto enfrentan condiciones laborales que exponen sus cuerpos a un deterioro físico constante, sin que existan medidas de seguridad adecuadas que garanticen su salud e integridad. Así lo advierte Bruno Rojas Callejas, coordinador del Centro Cultural 18 de Mayo, en su documento de análisis “El capital y el deterioro de los cuerpos de los trabajadores”.
Rojas sostiene que, en países de menor desarrollo industrial, como Bolivia, el capital se acumula no solo mediante la explotación de la fuerza laboral, sino también a través del disciplinamiento de los cuerpos en procesos de trabajo diarios, que con el tiempo generan daños irreversibles.
El especialista remarca que las condiciones de insalubridad y falta de seguridad ocupacional son uno de los principales factores de morbi-mortalidad en los trabajadores. Las evidencias más claras, agrega, se observan en sectores como la minería, la construcción, la zafra de la castaña y, de manera particular, en el trabajo de aseo urbano en El Alto.
En esta ciudad, las barrenderas inician su jornada a las seis de la mañana, sin importar las condiciones climáticas. Su labor consiste en barrer calles y recoger todo tipo de residuos: desde desechos domiciliarios hasta animales muertos, heces e incluso residuos químicos provenientes de centros de salud. Todo ello, en medio de polvo, vientos fuertes, ruido urbano y olores intensos.
Sin embargo, según testimonios recopilados por Rojas, las trabajadoras carecen de una dotación adecuada de equipos de seguridad. “Reciben overoles, chalecos, un sombrero de tela y botas que no cumplen con estándares industriales. Los barbijos son de tela común y no disponen de audífonos ni lentes protectores”, alerta. Estos implementos se entregan una vez al año, a pesar de que su desgaste exige reposiciones más frecuentes.
El resultado es un riesgo constante de exposición a agentes biológicos y químicos, además de lesiones físicas. El trabajo se realiza en posición encorvada durante casi ocho horas diarias, lo que genera problemas musculoesqueléticos graves. “La ergonomía calificaría la posición de las barrenderas como de riesgo moderado a grave”, advierte Rojas.
El desgaste físico se traduce en agotamiento, insolación y dolores recurrentes. Con el paso de los años, los cuerpos de estas trabajadoras evidencian un deterioro marcado.
Más allá de la dureza del trabajo, lo que preocupa es la indiferencia de los responsables. Rojas denuncia que, pese a la existencia de leyes de higiene y seguridad ocupacional en Bolivia, los empresarios que lucran con el servicio de aseo urbano en El Alto incumplen sistemáticamente las normativas.
Esa omisión, agrega, expone a cientos de mujeres a un deterioro silencioso y a la posibilidad de enfermedades o accidentes que pueden derivar en discapacidades permanentes.
La situación plantea un debate sobre la precarización del trabajo en sectores invisibilizados, donde las trabajadoras cumplen una función esencial para la ciudad, pero son tratadas como descartables. Para Rojas, este fenómeno refleja cómo el capital se sostiene no solo en la explotación económica, sino también en el desgaste físico de los cuerpos.
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