De las cenizas al cultivo: jóvenes de Baure reactivan su producción tras el incendio que arrasó la comunidad en 2024

Desarrollo

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Yenny Escalante

Jóvenes de Baure reactivan sus cultivos tras los incendios. Foto: Sumando Voces

Jóvenes de Baure reactivan sus cultivos tras los incendios. Foto: Sumando Voces

El fuego que en 2024 consumió el 70% de Alta Gracia, también conocida como la «Capital del Chivé», no solo dejó campos vacíos, también marcó a las 36 familias que viven en esa comunidad del municipio de Baure, en el departamento del Beni. Pero lejos de resignarse, sus jóvenes decidieron transformar la tragedia en impulso para recuperar y ampliar sus cultivos de yuca, arroz, maíz y plátano, devolviendo el verde a las parcelas que hace un año eran solo cenizas.

“Escuchábamos el fuego cerca de mi casa y corrimos a apagarlo. Habían mochilas para fumigar del Proyecto APB Cacao, así que llené una y empecé a fumigar el techo de mi casa, porque todavía los techos de las viviendas son de hoja de palma. Es un peligro, porque con una chispa se incendia», relata Juan Enrique Imanareico, de 20 años. La escena ocurrió a mediodía, cuando el calor es más intenso.

«La verdad es muy aterrador, porque imagínese que llegue a prenderse su vivienda, uno no se lo espera. Todavía duda si podrá sacar algo, y con un evento de esa magnitud uno puede perder todo, y para volver a levantarse cuesta empezar desde cero. “Cada año sufrimos lo mismo, pero en el municipio no hay prevención ni instrumentos para mitigar el fuego”, lamenta Juan Enrique. Para él, la solución pasa por formar y capacitar brigadas de jóvenes y dotarles de equipamiento adecuado para actuar con rapidez», sostiene.

Miguel Ángel Mela Suarez, de 19 años, también estuvo ahí. Recuerda noches enteras sin dormir, cuidando que el fuego no se reactive, con las únicas herramientas que tenían a mano: baldes, ollas y carreterillas, que usaban para acarrear el agua desde la comunidad hasta el lugar de los incendios. “Todos teníamos que ir, hasta niños y mujeres embarazadas tuvieron que ir a apagar. Si no, se quemaba todo”, cuenta.

El impacto de los incendios va más allá de las chacras quemadas. La fauna, desplazada por las llamas, empezó a atacar los cultivos. “Los puercos de tropa se comieron la yuca de varias familias. Más de una hectárea perdió mi tío”, dice Miguel Ángel. A ello se suma que tras los incendios fue más difícil continuar con su oficio de caza para alimentarse, pues no se podía encontrar a los animales. Por otro lado, el cambio climático ha vuelto más frecuentes y severas las sequías.

Alta Gracia, del Beni, fue una de las comunidades más golpeadas por los incendios forestales del año pasado. Las familias perdieron sembradíos, bosques y fuentes de agua, además de enfrentar semanas de humo que afectaron la salud de niños y adultos.

La recuperación ha sido lenta, pero el apoyo de organizaciones como la Asociación Beniana de Productores de Cacao (APB Cacao), CIPCA y UNITAS, que dotaron semillas de arroz, maíz y yuca, permitió reactivar la producción. “Antes, si teníamos media hectáreas de cultivo, ahora tenemos una; o si teníamos una y media, ahora tenemos dos, así que gracias a UNITAS y a CIPCA, que trabajan de la mano. Nos ha servido bastante», expresó Juan Enrique. Esto asegura alimento para el consumo y excedentes para la venta, un respiro para una comunidad golpeada por la crisis climática y los incendios.

Los días 25 y 26 de junio, en Sucre, Juan Enrique y Miguel participaron del Encuentro de Intercambio de Proyectos FPP 2022 – 2025 organizado por la Red UNITAS, donde participaron casi 60 representantes de distintos proyectos financiados por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de Pan Para el Mundo.

Sin embargo, los jóvenes saben que no basta con reactivar la producción. El riesgo de nuevos incendios sigue latente. “Necesitamos herramientas para apagar el fuego y capacitación para prevenirlo. No es solo esperar a que se quemen los montes”, pide Juan Enrique.

Mientras tanto, la comunidad continúa organizándose para abrir cada año sus chacos de forma más segura, rozando y controlando el fuego con contrafuegos y vigilancia constante. “Nos juntamos 20 o 30 personas para que no se pase el fuego”, explica Miguel Ángel.

Alta Gracia se enfrenta a un doble desafío: producir alimentos en medio de la sequía y evitar que el próximo incendio borre lo poco que han logrado recuperar. Sus jóvenes son hoy la primera línea de defensa, pero necesitan que las autoridades escuchen su llamado antes de que el humo vuelva a cubrir el cielo.

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