En la mañana de este domingo, un amigo periodista de El Mercurio de Chile me escribió para preguntarme sobre los posibles escenarios electorales en Bolivia. Me planteó dos hipótesis: la primera, en la que Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga pasaban a una segunda vuelta, y me consultó quién tendría mayores posibilidades de victoria en ese contexto. La segunda, en la que Andrónico Rodríguez accedía a la segunda vuelta para enfrentar a Doria Medina o a Quiroga. Me pidió que le enviara mis respuestas antes de las 6 p. m.
Sin embargo, le advertí que en el escenario político-electoral boliviano se hablaba mucho de la dupla Rodrigo Paz y Edman Lara, y que convenía prestar atención a ese fenómeno emergente. Le dije: “Lo que mencionas en tus preguntas parecen ser, en efecto, las posibilidades más fuertes, pero todo está muy incierto aquí. La gente tiene muchas dudas sobre por quién votar. Parece que estas elecciones traerán sorpresas en Bolivia”.
A lo que me respondió: “Sí, lo sé. Naturalmente, si se da ese escenario sorpresivo con Paz, tendremos que replantear todo. Pero por ahora, para avanzar, podemos revisar los escenarios principales que proyectaban las encuestas”.
Alrededor de las 6 p. m., comenzaban a vislumbrarse esas sorpresas. Una hora después, a las 7 p. m., el periodista chileno me escribió nuevamente: “Algo me adelantaste. Tengo que preguntarte: ¿cómo cambia esto todos los cálculos? ¿Cómo ves una segunda vuelta entre Paz y Quiroga o Doria Medina?”.
A lo que respondí: “Este nuevo escenario que se perfila, con Paz y Lara, cambia en gran medida el panorama político. Si ellos acceden a la segunda vuelta, intuyo que probablemente podrían ganar, especialmente por el impacto de Edman Lara. Él está dando la gran sorpresa de estas elecciones; se está consolidando como el outsider. Por lo que he podido percibir, buena parte del electorado popular votó por ellos. Si esto se confirma, se viene un escenario muy complicado para Tuto”.
Reflexionando sobre lo ocurrido, llama poderosamente la atención que, según los datos del conteo rápido nacional, el MAS, con Eduardo del Castillo, obtenga apenas un 3,2 %, mientras que Alianza Popular, de Andrónico Rodríguez, alcanza el 8 %. En este contexto, cabe preguntarse —más allá del voto nulo, que supera el 15 % y que podría interpretarse como un voto “evista”— ¿a dónde fue a parar el resto del voto que sustentaba en diferentes elecciones al denominado bloque “nacional-popular”? Todo indica que se volcó hacia la dupla Paz-Lara, lo que explicaría que hayan ganado en plazas simbólicamente fuertes como El Alto y Oruro. Muchas personas que tradicionalmente votaban por el MAS, esta vez lo hicieron por ellos.
¿Están estas elecciones marcando la aparición de un nuevo interlocutor de lo nacional-popular? Rodrigo Paz y Edman Lara parecen encarnar esa posibilidad. Al conocerse los resultados del conteo rápido, ambos apelaron directamente a ese discurso: Rodrigo Paz desde La Paz y Edman Lara desde Santa Cruz. Lo más novedoso es que ganaron en territorios que solían ser bastiones del MAS, con el respaldo de sectores populares que antes no los consideraban una opción. Conversando en estos días con muchas personas de estratos populares y clases medias emergentes, la preferencia por Edman Lara era evidente.
La gran pregunta es si esta dupla sabrá interpretar y representar a ese electorado que antes se identificaba con el MAS. Esto, más allá del porcentaje de voto nulo —por encima del 15 %, según los datos de boca de urna—, y el porcentaje que logró Andrónico y Del Castillo, que requiere un análisis aparte.
Desde la teoría política boliviana, lo “nacional-popular” alude a una categoría que articula la identidad nacional con las aspiraciones de las clases populares, en particular indígenas y campesinas. Los resultados de las elecciones del 17 de agosto permiten inferir que esta categoría, desarrollada originalmente por René Zavaleta Mercado, sigue siendo útil para comprender el momento actual. Rodrigo Paz y Edman Lara —especialmente este último— representan una nueva encarnación de lo nacional-popular, frente a los candidatos que representan lo nacional señorial: Jorge Tuto Quiroga, Juan Pablo Velasco, Branko Marinkovic, Doria Medina, Luis Fernando Camacho y Marcelo Claure.
También, los grandes perdedores del 17 de agosto fueron Andrónico Rodríguez, Eduardo del Castillo y, en gran medida, la mezquindad de Evo Morales. Si el MAS no se hubiese dividido, probablemente habría accedido a la segunda vuelta. Ahora tendrá una representación mínima en el Parlamento, y Evo deberá consolarse con ese 15 % del voto nulo, que merece otro análisis.
Este 17 de agosto, la gente votó por una opción nueva —particularmente por Lara—, aunque Paz no es precisamente un actor nuevo en la política boliviana. Fue diputado por PODEMOS (2005–2009), alcalde de Tarija (2015–2020) y senador por Comunidad Ciudadana en el actual período (2020–2025). Es heredero de una dinastía política familiar encabezada por Víctor Paz Estenssoro y su padre, Jaime Paz Zamora. El verdadero actor emergente es Edman Lara, ex capitán de la Policía, que saltó a la esfera pública tras denunciar presuntos actos de corrupción dentro de la institución. Su punto de inflexión llegó en diciembre de 2023, tras un altercado con el entonces comandante departamental de la Policía en Santa Cruz, coronel Erick Holguín.
Este contexto llevó a Jorge Tuto Quiroga, una vez conocidos los resultados preliminares, a ofrecer un discurso mesurado, políticamente correcto y calculado, dando protagonismo a su candidato a vicepresidente, Juan Pablo Velasco, como una figura nueva frente a la dupla Paz-Lara. Parecía evitar una confrontación directa con ellos.
Más allá de estas lecturas, ¿qué nos dicen estos resultados respecto al “cambio de ciclo” del que tanto se habló en las últimas semanas? A eso de las 6 PM del domingo, el periodista Andrés Gómez Vela publicaba: “Hasta ahora, la tendencia confirma que el país decidió cerrar el ciclo del populismo de izquierda”.
En el plano político, y considerando la conformación del Parlamento y la relación Ejecutivo–Legislativo, se vislumbra una transformación significativa: todo indica que ya no habrá un partido hegemónico. El MAS, dominante entre 2010 y 2020, será reemplazado por una Asamblea fragmentada, repartida entre el PDC, Libres, Unidad, Alianza Popular, el MAS y otros. Esto implica un tránsito de un sistema unipartidista a uno multipartidista, similar al de la “democracia pactada” de 1985–2005.
En lo económico, aún no hay señales claras de un cambio estructural. La gran pregunta es si, como en la Argentina, el ajuste recaerá sobre los sectores populares. Allí habrá que ver qué papel juegan Evo Morales y el remanente del MAS, junto con Alianza Popular, en una posible lucha desde las calles. No hay muchas luces respecto a un viraje del modelo extractivista, y queda por ver cómo se materializará el “capitalismo para todos” que propuso Paz en campaña.
En cuanto al cambio del modelo estatal, está por verse si la dupla Paz-Lara se inclina por lo nacional-popular o por lo nacional señorial. En ese plano, deberán decidir si continúan el proyecto del Estado Plurinacional o si se alinean con sectores conservadores que proponen un retorno a la República y la instauración de un Estado liberal-republicano. Esta disputa es, en el fondo, una confrontación entre dos visiones del país: por un lado, una Bolivia plurinacional, diversa, con democracia comunitaria; por otro, una concepción homogeneizante de identidad nacional, centrada en el mestizaje y en una democracia liberal representativa.
Hasta ahora, lo que sí es evidente es que Paz y Lara se han convertido, al menos en esta elección, en los nuevos interlocutores de lo nacional-popular. Que hayan ganado en El Alto y Oruro, y que sectores populares de distintos departamentos —jóvenes y adultos— hayan votado por ellos, no deja de ser significativo. Buena parte del electorado boliviano los percibe como quienes mejor representan esa realidad.
La gran incógnita es cómo ejercerán este papel en la segunda vuelta y, eventualmente, en los próximos cinco años de gobierno.
Se abre un nuevo capítulo nacional, cargado de preguntas y desafíos.
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Juan Pablo Marca es politólogo e investigador social.
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