Sonia Montaño Virreira
La semana pasada hemos visto una especie de “corto” que comenzó con el anuncio de Tuto Quiroga arropado por los dueños de la sigla del FRI, anunciando su candidatura entre bombos y platillos. Acto seguido, la palabra “traición”ocupó las redes y un Carlos Mesa desencajado informó que hace no poco había acordado con él la unidad frente al masismo luego de conversaciones intensas y reservadas con los autodenominados líderes de la “oposición democrática”. En menos de lo que canta un gallo aparecieron cuatro caballeros de la tercera edad indicando que pondrían de lado sus aspiraciones personales para poner los intereses del país en el centro. La foto donde se presentan no llega a ser una radiografía y requiere un esfuerzo para ver el estado de salud en que dicha iniciativa se encuentra. Lo que las simples mortales podemos ver es que estamos ante un esfuerzo por armar un Frankestein con partes incompatibles cuyo resultado final dependerá del pegamento (ideas, programas y recursos) con que se ha realizado. Por ahora me atrevo a señalar las partes que me parecen más relevantes. El principal argumento que sostienen es la necesidad de poner fin al ciclo masista que entre todos los desastres ocasionados ha logrado la esterilidad de la sociedad civil y política impidiendo que surjan nuevos liderazgos, nuevas ideas y ha terminando aplaudiendo la solución menos pior.
Lo sucedido nos ha mostrado la profunda crisis de los partidos reducidos a siglas sin programa ni principios de la que el FRI es la mejor encarnación. El partido que surge para lanzar las candidaturas de Casiano Amurrio y Domitila Chungara en 1978, la fórmula obrero campesina resultado de un acuerdo entre trotskistas y maoístas donde unos ponían el símbolo y los otros jalaban gracias a la proverbial habilidad de Motete Zamora, a personalidades como Lidia Gueiller, Lechin y otros personajes que detestaban a la UDP. Conformaron el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) el Partido Revolucionario e la Izquierda Nacional (PRIN), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Partido Comunista Marxista Leninista.
En esas elecciones Amurrio obtuvo 23.459 votos (1,2% de la votación a nivel nacional). Las elecciones fueron anuladas luego de que se constató el fraude preparado por Banzer en favor de Juan Pereda Asbun. Muy pronto derivaron en una fragmentación que los llevó a aliarse con el MNR, con ADN y finalmente hasta la participación vergonzante de algunos en el MAS como es el caso de Eusebio Gironda que asesoró la Comisión de la Verdad cubriendo de humo las violaciones a los derechos humanos.
Casi cincuenta años después, el partido cuya sigla es propiedad de no se sabe quien, ha aprendido a negociar su micro poder aplaudiendo la candidatura de Tuto Quiroga, quien después de coquetear con Milei ha confesado su admiración por Motete Zamora, artífice de múltiples volteretas políticas que han creado escuela en los actuales dirigentes. Dignos pupilos del chapaco han aparecido un día después del baile sumándose al grupo de la “oposición democrática”donde el único que puede ostentar esas credenciales es Carlos Mesa, a quien aparentemente lo engañaron- así lo muestra su rostro desencajado al enterarse de la maniobra.
A Comunidad Ciudadana se le pueden reprochar muchas cosas, entre otras, la de haber incluido en sus filas a protagonistas de transfugio e inconsecuencia; ha sufrido varias traiciones como las protagonizadas por sus militantes que se aproximaron a Manfred, que se aliaron con el MAS quedando reducidos a un grupo de personas, algunas de ellas las valiosas mujeres que han dado la cara desde hace tiempo. Qué lindo hubiera sido que sean ellas las que aparezcan en la foto exhibiendo su valentía y sus contribuciones a la democracia. En el país de las maravillas, allí podría estar una candidata. Pero parece que aún no les llegó el tiempo. El lugar que ellas ocupan no pudo superar la ausencia de un feminismo derrotado durante los gobiernos del MAS y que imposibilitó que florezcan con la fuerza necesaria para incidir sobre la política partidaria.
Carlos Mesa puede ser tildado de ingenuo, flojo y lo que se quiera, pero el sí conserva credenciales democráticas suficientes para darle el beneficio de la duda. En cuanto a Tuto, que forma parte de corrientes de derecha decadentes y reccionarias como las de su amigo Andrés Pastrana sin olvidar su admiración por Milei liberal en economía, misógino y violento, una se pregunta si cree en una democracia que vaya más allá de las elecciones. El empresario que los acompaña es eso: un emprendedor exitoso para los estándares bolivianos, incapaz de arrastrar votos significativos. Y Camacho, víctima de la persecución política, ha quedado como recuerdo de un poder efímero al que le han dado las espaldas sus propios correligionarios. Un triste y solitario final. Ellos son los restos de un sistema político destruido sistemáticamente por el MAS que ha perseguido la disidencia, apresado sin piedad a los opositores apoyados por la mafia judicial.
El MAS ha convertido a Bolivia en un país irrelevante que fuera de las fronteras solo interesa a los Zapatero, los Samper, los Fernandez y nos ha dejado a los habitantes de este bello país acorralados buscando una salida a la crisis por medio del contrabando, la economía ilegal y, como no, soñando en silencio cómo vivir bien en medio de la crisis moral que ha puesto fin a la idea de la “reserva moral” que gobierna desde hace años.
Si la tesis de la unidad permite derrotar al MAS quedaremos con la misma incertidumbre respecto al proyecto económico, las políticas sociales, los derechos humanos, el medio ambiente y las muertes de mujeres por parto, por feminicidio. Puede ser que aquí también la gente pida que se vayan todos para dar una sensación de victoria donde volvamos a añorar la mano dura y nos resignemos con la corrupción siempre que haya “obras”.
Se nos viene un tiempo de incertidumbre que es la peor forma del miedo. Sólo espero que si gana esta oposición, los presos políticos sean liberados y todos quienes lo merecen sean juzgados debidamente.El resto, la gente, el pueblo, la ciudadanía, irán a votar por el menos malo preparándonos para que nuestros hijos y nietos nos pidan cuentas a las que será difícil de responder.
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Sonia Montaño es socióloga jubilada y feminista por convicción.
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