Fotografías: Mujeres en Acción
Cuando Ana (nombre cambiado) cruzó las puertas del Centro Vida Digna era tan solo una adolescente, pero sus ojos reflejaban una carga mucho más pesada. Venía de una historia marcada por el dolor: abusada por su abuelo, quedó embarazada, fue olvidada por su familia y atrapada por un ciclo de autodestrucción que incluía pandillas y el consumo de alcohol y drogas. Los primeros días en el centro fueron difíciles, tanto para ella como para el equipo que la recibía, por la rebeldía que ella infringía. Sin embargo, en ese entorno desconocido comenzó a surgir un cambio que parecía impensable.
Esta historia es apenas una de las muchas que han cruzado el umbral de Mujeres en Acción durante los últimos 30 años. La organización, nacida en Tarija, ha sido un faro para niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres adultas que han enfrentado violencia, abandono y vulnerabilidad. Su trabajo va más allá del apoyo inmediato; busca ayudar a transformar vidas desde la raíz, reconstruyendo la autoestima de quienes han sido invisibilizadas, y ofreciendo herramientas para un futuro diferente.
En sus 30 años de trayectoria, Mujeres en Acción ha trabajado en la defensa de los derechos de las mujeres de manera continua y perseverante. Su directora, Magaly Vargas, recuerda que el 25 de noviembre de este año cumplieron tres décadas de trabajo institucional en distintos municipios de Tarija. “El aniversario siempre nos trae a la memoria qué acciones hemos logrado realizar y fortalecer”, dice Vargas.
Desde su fundación, esta institución ha centrado su trabajo en la atención integral a mujeres víctimas de violencia sexual. El Centro Vida Digna, uno de sus proyectos emblemáticos, es un refugio donde hasta 30 adolescentes entre 10 a 18 años reciben apoyo social, legal y psicológico, de manera transversal.
Carla Coro, abogada del Centro, explica que el proceso comienza desde el momento en que las víctimas ingresan: se trabaja en la contención emocional y la recuperación, guiándolas hacia una vida libre de violencia. “En una víctima de violencia sexual, los sueños quedan truncados; pero, nosotras trabajamos para que eso no pase. Trabajamos con el empoderamiento y los proyectos de vida”, señala.
La violencia física, sexual, psicológica, económica, entre otras, se constituye en una de las problemáticas más grandes en Bolivia, y Tarija ocupa el cuarto lugar en la prevalencia de la violencia, a pesar de ser uno de los departamentos más pequeños del país. Este año se registran hasta la fecha 3.044 denuncias, de las cuales el 70% es violencia intrafamiliar, y el 5,4% corresponde a violencia sexual contra niños y adolescentes.
Magaly Vargas, directora de Mujeres en Acción.
Al respecto, la psicóloga Verónica Gamarra destaca que el objetivo principal es restaurar la autoestima y empoderarlas: “Queremos que las jóvenes reconozcan sus derechos y capacidades. La violencia sexual no se olvida, pero se puede superar… Nosotras decimos que son sobrevivientes”.
Este enfoque se centra en preparar a las adolescentes para reintegrarse a la sociedad, ayudándolas a romper el ciclo de violencia. Se les enseña a identificar situaciones de riesgo, fortalecer su independencia económica y cultivar una cultura de ahorro. Además, el modelo del Centro busca simular un entorno familiar, ofreciendo apoyo integral incluso a aquellas que son madres jóvenes.
El trabajo de Vida Digna se realiza en colaboración con las Defensorías de la Niñez y Adolescencia (DNA) de Tarija, Chuquisaca y Potosí. Al ser el único centro especializado en violencia sexual en la región, recibe casos de todo el sur del país.
Mujeres en Acción también capacita a instituciones como el Servicio Legal Integral Municipal (SLIM) y la Policía para evitar la revictimización de las sobrevivientes. También trabaja en la creación de redes de protección entre municipios y aboga por más recursos, como cámaras Gessell, para evitar la revictimización.
La institución, además, colabora con juzgados y el Viceministerio de Igualdad de Oportunidades para establecer una ruta única de atención y mejorar el sistema de información sobre violencia, pues actualmente, existe una dificultad en cuantificar el número de casos debido a la falta de datos precisos.
Marlene Fernández, trabajadora social, subraya la importancia de la desnaturalización de la violencia: “Las adolescentes suelen culparse o justificar lo ocurrido. Nuestra labor es ayudarlas a comprender que han sido víctimas de un delito y que romper el silencio es un acto de valentía”. Además de atención psicológica, el Centro ofrece formación en oficios como macramé, repostería y panadería, fomentando la independencia económica de las jóvenes.
Este último oficio fue aprendido por Ana, aunque no le gustaba para nada, sin embargo, gracias a él consiguió su primer trabajo cuando cumplió 18 años y se trasladó hasta Santa Cruz, donde vive actualmente. De vez en cuando se costea un viaje a Tarija para pasar las vacaciones con su hija, que ya tiene nueve años, y visitar a su antiguo hogar, el Centro Vida Digna, aquel en el que aprendió cómo gestionar sus emociones, a desculpabilizarse y superar esas situaciones del pasado.
Hoy, Ana, tiene su independencia económica y ejerce la maternidad con una perspectiva renovada, convirtiéndose en un símbolo de resiliencia.
Desafíos y debilidades
Los desafíos son constantes. La falta de recursos es uno de ellos, pues en la actualidad sólo reciben apoyo de la Gobernación, con un monto de 10 Bs para cinco ingestas diarias para las sobrevivientes que están en el Centro Vida Digna. Allí resalta otra gran debilidad del Gobierno, pues aún no ha volcado su mirada para apoyar a este sector que está en una situación de vulnerabilidad.
“Por otro lado, también está el acceso a la educación, el acceso a la salud. Demandan muchos factores y sería ideal que el Gobierno Nacional pudiera contribuir en restablecer a estas personas que han vivido situaciones de violencia y que pudiera asignar un presupuesto, pero lamentablemente no se cuenta con ningún apoyo de parte del Gobierno nacional”, lamentó la directora Magaly Vargas, y agregó que hacen frente a esa situación con el apoyo de la Fundación alemana Johana. Esta instancia sustenta el equipo técnico, servicios e infraestructura y otros.
La mayoría de las personas que llegan al Centro Vida Digna son de áreas rurales o de barrios periurbanos.
Mujeres en Acción
Por otro lado, la complicidad familiar en casos de abuso sigue siendo una barrera difícil de superar. “Lo más complicado es ver cómo algunas madres protegen a los agresores”, refiere la abogada Carla Coro. Por ello es importante trabajar en la prevención.
Prevención
Mujeres en Acción trabaja en otro pilar fundamental: la prevención, por ejemplo, en las unidades educativas del municipio de San Lorenzo (en las comunidades de Calama, Rancho y Carachimayo) y Uriondo, se ha implementado un proyecto para prevenir la trata de personas y la violencia de género, utilizando métodos innovadores como el teatro de títeres para sensibilizar a niños y adolescentes. Estas intervenciones buscan desnaturalizar la violencia desde edades tempranas y generar cambios sostenibles en la comunidad.
Para ello “se puso especial énfasis en la comunicación de padres e hijos y la influencia de la web y las redes sociales en la vida de los niños, por ejemplo. También se identificó el bullying”, dijo la técnica de Prevención, Danitza Rojas, y añadió que el proyecto que más tuvo impacto fue la Red Alas Nuevas. Esta organización acoge a las resilientes del Centro Vida Digna y mediante teatro, producciones audiovisuales y otras metodologías, son ellas mismas las que sensibilizan a sus pares en temas de noviazgos no violentos, evitar la trata de personas y los embarazos adolescentes, entre otros.
Rojas advirtió que los padres tienen “terror” de hablar temas de sexualidad con sus hijos e hijas, y ese es un factor que influye de gran manera en los adolescentes y en el aumento de los embarazos adolescentes. Por eso también trabajan con los progenitores.
Por otro lado, a lo largo de estos años, la institución ha capacitado en competencias laborales a más de 6.000 personas, de las cuales el 70% eran mujeres, con respaldo del Ministerio de Educación. Muchas han accedido a roles políticos, desafiando estructuras de poder tradicionalmente masculinas.
Asimismo, la creación de la Asociación 30 de Marzo, impulsada por Mujeres en Acción, es un ejemplo de cómo han transformado la percepción del trabajo doméstico, reconociéndolo como trabajo asalariado.
“Como institución hemos hecho incidencia por muchos años y hemos implementado una terminología: el trabajo asalariado del hogar, porque antes se leía en los letreros de las casas: “Se necesita sirvienta, empleada o chica”. Pero, ahora, hemos concienciado a las familias para que entiendan que esa persona que trabaja en su casa es una trabajadora asalariada del hogar y vale mucho”, agrega Rojas.
Logros
Uno de los principales logros de Mujeres en Acción es el reconocimiento que ha ganado como una institución comprometida con la defensa de los derechos de las víctimas de violencia sexual. Este reconocimiento, otorgado por las autoridades del Estado, refleja la efectividad de su trabajo en la obtención de sentencias que garantizan justicia para las sobrevivientes.
Carla Coro, abogada del centro, destaca un aspecto especialmente significativo: la resiliencia de las adolescentes atendidas. Muchas de ellas no solo han superado situaciones traumáticas, sino que ahora son promotoras activas de prevención. Estas jóvenes son capaces de identificar señales de violencia en sus compañeras, como cambios en su estado de ánimo o comportamiento, y les brindan apoyo y orientación. Son las primeras en actuar y aconsejar qué pasos tomar, afirma Coro.
“Creemos que vale la pena, nos sentimos felices de que realmente el trabajo llega y está dando frutos y resultados positivos”, agrega.
Trabajar en Mujeres en Acción implica un compromiso social profundo, afirma Magaly Vargas, directora de la institución. La misión principal es transformar realidades duras que enfrentan niñas y adolescentes víctimas de violencia, creando lazos de empatía y solidaridad. La organización también lucha por adaptar las leyes a casos particulares, como garantizar derechos a madres solas que enfrentan barreras burocráticas.
Esta labor no solo se limita al apoyo individual, sino que busca incidir en la sociedad y en las políticas públicas, desafiando un sistema que a menudo ignora las necesidades específicas de las víctimas.
Uno de los logros más gratificantes es ver la transformación emocional de las jóvenes. Vargas destaca cómo adolescentes que llegan con la cabeza baja, tiempo después, lideran campañas en sus colegios, denunciando abusos o hablando sobre prevención del embarazo adolescente. Estas sobrevivientes no solo superan sus traumas, sino que se convierten en líderes capaces de transformar su entorno.
“Sentirlas a ellas con ese cambio tan lindo en el liderazgo, en su poder de decisión, a mí me satisface muchísimo. Y lo digo con alegría profunda, ver esos cambios en ellas nos alegra el corazón”, dijo Vargas entre lágrimas de emoción, y enfatizó que las personas que pasaron por el Centro Vida Digna son como sus hijas.
El legado de Mujeres en Acción no se mide solo en cifras, sino en las vidas que han transformado. Cada adolescente que egresa del Centro Vida Digna lleva consigo el aprendizaje de habilidades prácticas y la fuerza de haber superado lo que parecía insuperable. Muchas regresan años después para compartir sus experiencias y motivar a otras jóvenes. El compromiso del equipo —compuesto por siete personas de planta y otros profesionales contratados eventualmente— es evidente en cada historia de superación y en cada logro alcanzado.
En este 30 aniversario, Mujeres en Acción sigue siendo un símbolo de lucha y esperanza en Tarija. Su labor no solo ha cambiado la vida de miles de mujeres, adolescentes y niñas, sino que ha sembrado las bases para una sociedad más justa y libre de violencia.
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