Daniel Espinoza
Estaba seguro de escribir sobre el expresidente Morales en esta columna. No podría pensar en un tema más relevante que las denuncias sobre explotación sexual contra Evo y su entorno, dado el poder e influencia que tiene en nuestro país y en el ámbito internacional. Mientras estamos atravesando un creciente periodo de crisis con filas para el reabastecimiento de gasolinas, el incremento de la intolerancia, la catástrofe ambiental y la escasez de liderazgos, también vemos a organizaciones sociales que han detenido una de las vías más importantes para el flujo comercial en Bolivia con el interés de anular los procesos penales contra el exmandatario. Pese a la dificultosa situación que estamos viviendo, Morales sigue siendo portada y protagonista.
Son tantas frases y acciones impertinentes del expresidente, que muchos han llegado a normalizar su comportamiento repulsivo, y los entiendo. No me sorprendí cuando escuché sobre las denuncias de violencia sexual contra adolescentes, porque él mismo mencionaba que, al acabar su gestión, estaría en su cato de coca, con su quinceañera y su charango, ni tampoco ante su silencio ante las movilizaciones que promueven su impunidad, porque también se jactaba de tener abogados que cubrirían cualquier acto ilegal que él realizara. Uno de los principales líderes políticos del país, autoproclamado como parte de la reserva moral de Bolivia, es en realidad un ejemplo tan emblemático como indignante de los poderosos que transgreden sin inmutarse.
Evo mantiene su relevancia política gracias a varias organizaciones que lo respaldan, acciones comunicacionales coordinadas y una comunidad internacional que está pendiente, pero su renovado protagonismo en la agenda pública se debe a este escándalo sexual. A diferencia de otras oportunidades, su entorno no ha logrado matizar las denuncias ni la desaprobación pública, pero esto no ha mermado su protagonismo. Sabiendo que el exmandatario ha sido la cabeza y máximo representante de una serie de acciones devastadoras del ejercicio de derechos y la institucionalidad democrática durante su gestión como presidente, es importante cuestionarnos porqué le otorgamos ese sitial en la agenda pública.
Luego de esta acción nos queda claro que cualquier nuevo bloqueo en esa zona sería nocivo para nuestro mercado, que ya sufre el desabastecimiento por la reducción de importaciones. Esta medida de presión, que aporta al protagonismo de Morales, nos muestra la ponderación de intereses personales por encima de las necesidades de muchos sectores de la población. Las solicitudes de los manifestantes son imposibles de cumplir, y la resolución de este conflicto no debería provenir de una negociación sobre los procesos contra Morales, ni de la renuncia de todo el gobierno.
En este escenario, tenemos que esperar lo mejor del Estado y su capacidad para garantizar los derechos de las personas, mientras exigimos que nuestra agenda se centre en la aplicación de medidas que contrarresten la crisis. Como ciudadanía, debemos dejar de darle ese protagonismo político a quienes no aportan positivamente a nuestra democracia.
–0–
Daniel Espinoza es abogado y politólogo, comprometido con la defensa de los derechos humanos.
Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.