Esther Mamani
Hace un tiempo atrás participé de un taller de fortalecimiento de vocerías entre mujeres asambleístas de Bolivia. Eran mujeres electas por voto de diferentes partidos políticos y mi trabajo era de moderación. Sentadas en una larga mesa escuchando a las expositoras las participantes no parecían tener diferencias y todo se desarrolló en total armonía.
Aunque en muchos momentos algunas legisladoras elevaron la voz todo fue siempre en base a los argumentos e ideas. Nada más grato como ver disputas, pero de ideas y que la ganancia fue un espacio plural y de conocimiento colectivo.
El objetivo de mejorar las capacidades de exposición mediática de las participantes para la difusión de sus labores legislativas se cumplió sin traspiés ni obstáculos mayores. Aunque suene romántico la función de legislar es la de poder ser uno con el otro y a la vez representar a tu región, tu partido, tu grupo etario, tus convicciones y creencias, todo lo que te hace diferente del resto. Esa pluralidad nos enriquece.
Entonces ¿por qué las legisladoras, se aplica a hombres, pueden convivir y trabajar armoniosamente en un escenario y en otro agredirse llegando a los puñetes, patadas y jalones? Cuando un debate se abre en una sesión legislativa es como encender y apagar la capacidad de diálogo, de comprensión, escucha y acuerdos comunes por el bien de toda la población. De pronto las mismas personas que conversaron en pasillos ahora pueden rabiar contra su contrincante político.
La Tercera Encuesta Nacional de Polarización encargada por el proyecto Unámonos demuestra que, después de todo, no tenemos una Asamblea Legislativa donde el odio, rencor y rencillas ganan las 24 horas, pero sí se activan con ferocidad al momento de legislar y más si hay cámaras detrás. Es como un show que se activa por unas horas y al bajar el telón se disipa.
Durante la presentación de este material, Ana Velasco, coordinadora del programa y politóloga, explicó algunos datos de este informe de los que rescato que las y los legisladores no son distantes como aparentan en las pantallas de televisión. La conclusión es que los políticos y políticas pueden ser despolitizadores, pueden tener discursos de conciliación y hasta podrían legislar sin llegar a las manos. Aunque usted no lo crea.
Para llegar a esta conclusión se hizo entrevistas a diferentes senadores y diputados quiénes confesaron no odiar a sus compañeros del frente, sino que confluyen eventos como arraigo a lugares de nacimiento, creencias religiosas o pertenencias indígenas.
Estamos entrando a una etapa de la historia boliviana donde necesitamos que eso ocurra. Hay mucho trabajo en mora y cada asambleísta está retado a demostrar que el 2025 será otro capítulo de Juego de Tronos entre traiciones y rencillas o si por el contrario quieren estar a la altura del país y legislar, así como quieren que les llamen: honorables.
De esa actividad que les conté al inicio, el taller de vocería, aprendí que el trabajo los hizo convivir en concordia solo que eso no es televisado. Y acá un guiño a mi amado oficio periodístico y a mis colegas. Tal vez algunas noticias sobre acuerdos y consensos no nos vengan mal. Aún si son pequeñas victorias en acuerdos, ya son el inicio de un mejor y urgente camino.
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Esther Mamani es periodista, workaholic, especialista en género
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