Evo Morales: El cato de coca y la quinceañera

Opinión

|

|

Sumando Voces

Columna de Daniela Leytón

 Daniela Leytón Michovich                   

No es la primera vez que el argumento patriarcal saca a la luz su arsenal a la hora de defender lo indefendible. Se vale de toda una caja de herramientas para velar, nublar y confundir, para lograr la impunidad o  buscar una oscura solidaridad social, sea esta a favor de Félix Salgado (Morena —México), Evo Morales (MAS-Bolivia), Silvio Berlusconi (Forza Italia-Italia), hasta Luis Alfredo Garavito (Colombia) o Pedro Alfonso López (Colombia).  

Sí, usted ha leído bien, he colocado en la misma lista a los pedófilos pederastas “La Bestia” y el “Monstruo de los Andes” y a los que se esconden bajo el manto del poder del partido (sea izquierda o derecha) el cargo de primeros ministros o  incluso presidentes. 

En esta oportunidad voy a puntuar al menos 4 mecanismos patriarcales que se están utilizando para proteger a Morales. 

1.— Desplazar el rol de víctima a la imagen del agresor: Cuando los pederastas Garabito y López presentaron su defensa, argumentaron una niñez difícil, haber sido víctimas de la sociedad y presentar trastornos mentales. La gente de Evo Morales chicanea que se trata de un ataque a la identidad indígena del ex mandatario, a su condición de dirigente campesino y “voz del pueblo”. Al igual que en el caso de Garabito y López, Morales es la víctima de una sociedad cruel e injusta, por lo tanto, él actúa en consecuencia, entonces, no es el agresor, es un pobre ser que no tiene idea de las consecuencias de sus actos, es la víctima, o como alguna vez dijo Linera, Evo es “un niño”.

2.— Fusión de la imagen del agresor con la identidad nacional: Se amalgama la idea de protección a la soberanía y la dignidad nacional con la figura del agresor. Ya no se trata de estupro, violación y trata de personas, sus crímenes se convierten en acciones maliciosas de terceros.En consecuencia, se evoca a la empatía nacionalista identitaria, entonces la violencia en contra de las niñas y mujeres pasa a ser un tributo sacrificial inevitable, pasa a segundo plano y al olvido.

3.— Uso de memoria selectiva: No es la primera vez que el país se entera de las denuncias de este tipo en contra de Morales, pero ¿por qué hasta ahora se hacen evidentes? Porque una sociedad patriarcal, femicida y pedófila tiende a crear un velo y normaliza  un delito tipificado como de la más alta crueldad. Al mismo tiempo, el hecho de que ahora sea público muestra que el alcance de Morales para manipular y sujetar el sistema judicial está en desventaja frente a sus enemigos en la actual administración de gobierno.

4.— La re-edición del caso “MANADA” desde el Estado: Evo Morales activa la revictimización de las menores al amenazar a cualquiera que siga el proceso. Promete arremeter con 200 abogaduchos chicaneros, el Grupo de Puebla, los clientes beneficiados con cargos en la función pública y centenares de militantes. Esto solo indica que Evo Morales no tiene miedo, tiene pavor a todas y cada una de las niñas que no pudieron defenderse en su momento, porque sabe que si una, tan solo una de ellas le mirara de frente lo pulverizaría de la historia para siempre junto a su séquito de victimarios pederastas y violadores.

–0–

Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

Comparte:

Noticias

más leídas

El litio en la CIDH: Denuncian falta de consulta, riesgo para el agua y convocatoria para explotar otros cuatro salares

EPU: Sociedad civil reporta que el Estado boliviano incumplió la mayoría de las recomendaciones sobre derechos humanos

Dos eventos de soya transgénica e importación libre de agroquímicos: las nuevas ventajas para el agronegocio

Franco Albarracín rumbo al EPU: “No se puede concebir a los DDHH y ambientales sin un Estado saludable”

Sobre Túpak Katari y el legado de nuestros padres

Cien años de la Diócesis de Potosí

¿Por ley o mediante la fuerza?

La violencia como lenguaje político