Gonzalo Colque
A pesar de que la verbena paceña cotiza a la baja, sigue siendo el centro de atención de los festejos del 16 de julio, lo que contrasta con el protagonismo de la feria Expocruz que Santa Cruz organiza tanto para celebrar su mes aniversario como el éxito del “modelo de desarrollo cruceño”. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Acaso La Paz no tiene un modelo de desarrollo que exhibir o, peor aún, nada que celebrar?
En realidad, La Paz tiene un papel destacado en el desarrollo nacional. El departamento paceño es la segunda economía del país, con un Producto Interno Bruto (PIB) de 12,1 mil millones de dólares, solo superado por Santa Cruz con 13,4 millones de dólares (2022). La Paz sigue teniendo un desempeño económico por encima del promedio nacional. Esto significa que sí tiene un modelo de desarrollo con características propias y que en algunos aspectos difiere del cruceño.
Primero, el principal motor económico de La Paz es el sector público, mientras que Santa Cruz tiene la agroexportación como su fuerza impulsora. La administración pública representa el 21% del PIB de la sede de gobierno, mientras que las exportaciones cruceñas equivalen al 33% del PIB departamental (2022). Ambos son ejes centrales e influyentes porque son los elementos organizadores y dinamizadores de las economías conexas. Para los paceños, las fuentes de empleo tienen relación con las economías del sector público, mientras que los cruceños encuentran oportunidades laborales en torno a las dinámicas económicas del sector privado.
Segundo, la capacidad productiva de los paceños está altamente orientada al sector de servicios. La gestión pública es una economía de servicios en sí misma, que demanda administradores, gestores públicos y financieros, contadores, abogados, educadores, policías, personal no cualificado, entre muchos otros. El lado positivo es que la especialización en servicios incentiva la formación y acumulación del capital humano. Incluso los cruceños admiten que los profesionales paceños están mucho más cualificados para la gestión de empresas o que los emprendedores “collas” son exitosos productores. El lado negativo es que el mercado laboral del sector público no funciona según los principios de meritocracia y eficiencia económica. Últimamente, el mercado laboral paceño sufre una crisis severa a causa del aumento de la corrupción y la desinstitucionalización. No exageran para nada quienes aseguran que las cosas empeoraron con el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Tercero, la ciudad de El Alto es una fuerza económica emergente. Para bien, está dejando de ser la ciudad dormitorio funcional a la sede de gobierno y, poco a poco, se aleja de la fuerza gravitacional del sector público. Los alteños tienen un rol destacado en las exportaciones e importaciones del país, principalmente como prestadores de servicios, transportistas, comerciantes o distribuidores. El contrabando es otro componente de peso. Pero los alteños todavía no están organizados en grupos o conglomerados de poder económicos, como lo está Santa Cruz, sino conforman una suma de pequeños sectores débilmente ensamblados. En parte, la fragmentación es una consecuencia de las migraciones campo-ciudad que han tenido lugar como formas espontáneas de transición del “minifundio” al “minibus”.
Entonces, ¿en qué consiste el modelo de desarrollo de La Paz? Está claro que no existe una narrativa de desarrollo deliberadamente promovida, como lo tiene Santa Cruz, pero ello no significa que no haya un modelo de facto. Provisional y preliminarmente, podemos plantear de la siguiente manera. La principal riqueza económica de La Paz es su capital humano, no como un potencial a futuro sino en el presente. Ciertamente, la formación de este capital humano es el resultado de una sociedad que se forjó al calor e influjo de haber sido la sede de gobierno, pero es también el resultado del esfuerzo de los propios paceños. Un elemento en común que tienen los que viven en el departamento de La Paz, sin importar si son urbanos, rurales, paceños de la hoyada, alteños o migrantes, es su apuesta histórica por la educación.
Sin embargo, lamentablemente, el capital humano existente y acumulado de los paceños está manoseado, ultrajado y, en términos de eficiencia económica, desaprovechado. El modelo de desarrollo de La Paz está de capa caída porque la política boliviana en decadencia entorpece el empleo eficiente del capital económico más valioso que tiene el departamento: su gente formada y forjada en contextos de adversidad.
Para mirar el futuro, La Paz haría bien en reivindicar su capital humano como el principal factor de desarrollo y, para ello, habrá que poner un alto al manoseo político. No es una tarea sencilla ya que el propio primer mandatario repitió el agravio, nada menos que durante los actos conmemorativos: menospreció la capacidad de entendimiento y razonamiento de los paceños, al asegurar sin despeinarse que el regalo de su gobierno consistía en un “megacampo” de hidrocarburos, tanto así que “La Paz entra a una dimensión totalmente diferente”. El presidente Arce anunció el supuesto descubrimiento frente toda la población paceña, pero sin mostrar prueba alguna, sin repartir ni una hoja de papel entre las autoridades presentes, sin más respaldo que su palabra devaluada.
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Gonzalo Colque es economista e investigador de la Fundación TIERRA.