Sayuri Loza
¿Se han dado cuenta? Nuestra vida transcurre de tal manera que tenemos la obligación de prepararnos para no morirnos de hambre, y ahora es más complejo porque además, los oficios ya no son como en el pasado, que a los doce años te ibas de aprendiz de alguien (sastre, mecánico, encuadernador, artista, etc.) y con el tiempo tú mismo te volvías maestro y ¡A trabajar!, ahora necesitas una carrera universitaria, un título, una maestría y hasta un doctorado o postdoctorado, todo esto precedido de doce años de educación regular.
No me quiero quejar, porque de seguro alguien me dirá que así es la vida, que gracias a eso podemos mantener a nuestras familias y tendrían razón, pero entonces pienso en una vieja frase de Oscar Wilde “no quiero ganarme la vida, quiero vivir”. De alguna manera, nuestros padres y abuelos, vivieron en una época donde conseguir vivienda y cumplir con que el esfuerzo, el ahorro y el trabajo duro podrían garantizar una vida estable pero con el paso de los años, las cosas se han complicado.
Si bien es cierto que las sociedades de ahora tienen mejor y mayor acceso a las comodidades, también es verdad que están pagando más caro por ellas, empezando por la vivienda y terminando en la crianza de los hijos, que hoy son menos y no tienen que pasar por las privaciones de los niños de hace cien años, pero al mismo tiempo ven salir a su padres temprano en la mañana para poder pagar todo lo que pueden disfrutar. Entonces sacrificamos disfrutar de nuestros hijos para que ellos –y un poco nosotros- disfruten de las cosas que nosotros no tuvimos a su edad. Ahora hay más niños con juguetes pero menos niños con padres presentes.
Pero no son sólo las necesidades de los hijos, la modernización de las ciudades nos ha vuelto altos consumidores de entretenimiento que es absolutamente necesario porque el estrés de mantener un estilo de vida nos destruye, la vida nocturna, la asistencia a restaurantes que se ven en TikTok, o esos viajes que están tan de moda donde en tres días te llevan a todas partes pero apenas te alcanza el tiempo para tomarte un par de fotos y subirlas a las redes. Ahora, estos tours son tan populares que al parecer, es justo lo que busca la gente: la sensación de vivir mucho en poco tiempo porque el lunes se vuelve al trabajo.
En los años 30s, Marcuse notaba que la gente trataba de justificar lo mucho que trabajaba gastando en entretenimiento, como pensando “estoy perdiendo mi vida a cambio de dinero pero ese dinero lo estoy disfrutando”. La tecnología de hoy tendría que haber mejorado las condiciones y reducido el tiempo de trabajo, pero cien años después, el promedio mundial es de 43 horas de trabajo a la semana según la OIT. Una gran parte de la población mundial trabaja más de 48 horas semanales.
Ojo, no intento acusar a nadie, hago notar que toda esa carga, ese estrés pero también la precariedad del trabajo (sólo el 20% de la población boliviana es asalariado), está tirando por la borda todas las conquistas laborales, y eso bajo un gobierno que se llama a sí mismo de izquierda. De ahí mismo sale por qué hay tanta gente que no quiere jubilarse después de los 65, porque a pesar de tener un salario y de haber aportado, su jubilación no les va a permitir tener una vida digna. Ya se imaginarán cómo están los que no tienen aportes ni salario.
Y no se trata sólo del trabajo de oficina, ser comerciante y estar todo el día en la calle no es de ninguna manera saludable, estás atado a tu puesto y trabajas mucho más que las ocho horas. Sé también que en este punto alguien me dirá “bueno pues es mucho peor estar sin trabajo ¿De qué te sirve el tiempo si no tienes ni para salir a la esquina?” y tienen razón. Por eso insisto en que no es culpa de nadie, culpemos si quieren, al sistema.
¿Y quieren más problemas? La inteligencia artificial está dando de baja a muchas profesiones, lo que provocará que aquellos oficios que no se vean afectados por esta tecnología, tendrán más competencia pues los desplazados deberán migrar a los mismos y no habrá abasto. El mundo laboral y su funcionamiento ha tenido una evolución regular en lo que va del siglo, pero hay sacudidas que no podemos soslayar.
En ese punto ¿Qué harán las generaciones que han sido y están siendo preparadas para insertarse al mundo laboral? ¿Cómo afecta a alguien saber que la carrera que ha elegido va quedando obsoleta? Como sociedad, seguimos viendo el trabajo como lo veían hace cien años; urge replantear los enfoques y no basta con simplemente enseñar robótica en los colegios.
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Sayuri Loza es historiadora, artesana y bailarina